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Grandes personajes de la literatura: el Cid
El Cid histórico
Quizá alguna vez hayas oído usar la expresión «es más valiente que el Cid». Quien la dice toma al personaje del Cid como término de comparación para encomiar el valor de la persona aludida.
El Cid es un personaje que tuvo una existencia real. Su nombre es Rodrigo Díaz de Vivar, y nació en la aldea burgalesa de Vivar hacia el año 1040. Perteneció a la nobleza y fue jefe de los ejércitos del rey de Castilla Sancho II.
Cuando murió el rey Sancho y el reino quedó en manos de su hermano Alfonso VI, Rodrigo Díaz quedó enemistado con el nuevo rey, quien para congraciarse con él le casó con doña Jimena, una dama de estirpe real.
Las diferencias entre Rodrigo Díaz y el rey Alfonso VI hicieron que Rodrigo fuera desterrado del reino de Castilla por dos veces. Fuera de su tierra castellana, Rodrigo Díaz realizó diversas campañas contra los musulmanes y conquistó diversos territorios. El año 1094 conquistó Valencia; allí estableció su corte junto con su mujer y sus hijas, a las que casó con miembros de las casas reales de Cataluña y Navarra. Rodrigo Díaz murió en la ciudad de Valencia el año 1099.
Tras su muerte, su mujer no pudo defender la ciudad del ataque de los almorávides, y hubo de abandonarla y regresar a Castilla en 1101. Trajo con ella los restos de su esposo, que fueron enterrados en el monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos), y allí reposaron hasta que en 1842 fueron trasladados a la catedral de Burgos, donde permanecen junto a los de doña Jimena.
El Cid literario
La vida de Rodrigo Díaz de Vivar estuvo llena de hazañas, intrigas, destierros y enfrentamientos con su rey, y muy pronto despertó el interés y la admiración de sus contemporáneos, que comenzaron a idealizarle y le convirtieron en un personaje de leyenda atribuyéndole cualidades y hazañas propias de un héroe legendario. Tal fue el origen del Poema de Mio Cid.
Más tarde, otros autores se han interesado por el personaje del Cid y le han hecho protagonista de sus obras:
– En los siglos XV y XVI se escribieron muchos romances que narran diversos episodios de su vida.
– En el siglo XVII, el autor de teatro Guillén de Castro estrenó una comedia titulada Las mocedades del Cid y el dramaturgo francés Pierre Corneille escribió una tragedia titulada El Cid.
– En el siglo XIX, el escritor romántico José Zorrilla escribió La leyenda del Cid.
– Ya en el siglo XX, el dramaturgo Eduardo Marquina escribió un drama histórico, Las hijas del Cid, y Antonio Gala estrenó una obra de teatro titulada Anillos para una dama, que tiene como protagonista a doña Jimena.
En el siguiente romance se refleja el juramento que el Cid tomó a Alfonso VI en Santa Gadea.
La jura de Santa Gadea
En Santa Gadea de Burgos,
do juran los fijosdalgo,
allí toma juramento
el Cid al rey castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo.
Las juras eran tan recias
que al buen rey ponen espanto,
–Villanos te maten, rey,
villanos que non hidalgos;
[…] mátente por las aradas,
no en camino ni en poblado;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
sáquente el corazón vivo,
por el derecho costado,
si no dices la verdad
de lo que te es preguntado:
si tú fuiste o consentiste
en la muerte de tu hermano.
Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero
de los suyos más privado:
–Haced la jura, buen rey,
no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor
ni Papa descomulgado.
Jura entonces el buen rey,
que en tal nunca se ha hallado.
Después habla contra el Cid
malamente y enojado:
–Mucho me aprietas, Rodrigo,
Cid muy mal me has conjurado;
mas si hoy me tomas la jura,
después besarás mi mano.
–Aqueso será, buen rey,
como fuer galardonado,
porque allá en cualquiera tierra
dan sueldo a los hijosdalgo.
–¡Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no me entres más en ellas
desde este día en un año!
–Que me place –dijo el Cid–,
que me place de buen grado,
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno,
yo me destierro por cuatro.