UDI_3_LING_actividades_2
Actividad

Seguramente mucha gente no es consciente de la importancia de donar sangre. Habrá gente que le tenga respeto e incluso miedo, pero pienso que debería pesar más el otro lado de la balanza: ayudar a personas que lo necesitan e incluso llegar a salvar vidas. Nunca se sabe qué puede pasar, y si no, solo basta con volver la vista atrás al accidente ferroviario de Santiago.
Personalmente me aterran las agujas, cada vez que tengo que hacerme análisis soy incapaz de mirar cómo lo hacen; sin embargo, soy donante de sangre desde hace tres años. Es cierto que puede hacerse largo o puede costarte algún que otro mareo, pero lo que también se debe saber es que siempre estás en buenas manos. Todas las veces que he donado me han tratado como una reina, el equipo médico es cercano, amable y se aseguran de que recuperes fuerzas con un buen bocadillo y bebiendo agua, mucha agua. Por eso hago un llamamiento a toda la población, se le haya pasado alguna vez por la cabeza o no, para que lo hagan. Está en vuestras manos y puedo aseguraros que merece la pena.
María Vidal Ballarín, El País, 27/10/2013
Personalmente me aterran las agujas, cada vez que tengo que hacerme análisis soy incapaz de mirar cómo lo hacen; sin embargo, soy donante de sangre desde hace tres años. Es cierto que puede hacerse largo o puede costarte algún que otro mareo, pero lo que también se debe saber es que siempre estás en buenas manos. Todas las veces que he donado me han tratado como una reina, el equipo médico es cercano, amable y se aseguran de que recuperes fuerzas con un buen bocadillo y bebiendo agua, mucha agua. Por eso hago un llamamiento a toda la población, se le haya pasado alguna vez por la cabeza o no, para que lo hagan. Está en vuestras manos y puedo aseguraros que merece la pena.
María Vidal Ballarín, El País, 27/10/2013
Pon un título adecuado al texto que recoja el tema o contenido del mismo. Debe ser breve y llamativo.
Haz un resumen del texto en cinco o seis líneas.
Escribe una pequeña redacción de entre quince y veinte líneas donde defiendas la importancia (o no) de ser donante de cualquier tipo (sangre, órganos, médulas óseas, plaquetas, etc.)
Actividad

Hay que hacer que el abusón sea visto como un repugnante miserable, un ser cobarde y ridículo. Como llevo muchos años en el mundo del periodismo, ya me he acostumbrado al constante vaivén de la información. Las noticias van y vienen como olas; de repente un tema se pone de moda y todo el mundo no hace más que hablar de ello, como si fuera una cuestión álgida de importancia suprema que no va a desaparecer de nuestro foco de interés hasta que el asunto se termine o se solucione. Nada más falso: en realidad enseguida nos olvidamos de todo; otro tema acuciante y de inextinguible interés pasa a ocupar nuestra atención, para extinguirse a su vez a las pocas semanas.
Hace algunos años, por ejemplo, el fenómeno del mobbing emergió a la luz como un monstruo abisal… Incluso nos tuvimos que aprender la palabreja, que antes ignorábamos. Mobbing: acoso laboral. Un maltrato que puede ser ejercido por los compañeros o los jefes y que llega a destrozar a las personas. Fue algo muy comentado durante cierto tiempo, y la visibilidad informativa permitió que muchas personas pudieran entender lo que les estaba sucediendo. Sin embargo, ese dragón escamoso ha vuelto a sumergirse. Los periodistas apenas hablamos ya de ello, y me temo que no es porque el abuso haya disminuido, sino porque la sociedad ha dejado de prestarle atención.
Un caso aún más sangrante y verdaderamente intolerable es el del acoso infantil. Esos matones (y matonas, porque también las niñas ejercen la violencia) que transmutan la vida de otros niños en un infierno, hasta el punto de que muchos, demasiados, se suicidan. Hará quizá diez años el tema del acoso escolar pareció convertirse en una prioridad social, que es exactamente lo que debe ser. Pero ahora se habla mucho menos de ello, y si no fuera por el empeño de los colectivos gais, que están haciendo una labor magnífica de investigación y de denuncia del acoso homofóbico, creo que todavía sería un tema mucho más ignorado. Pero, claro, el acoso infantil no se produce sólo por temas de elección sexual; basta que seas un niño o un adolescente un poco diferente, un poco sensible, un poco más débil, para que algunos energúmenos te torturen, con el agravante de las grabaciones de móviles y el hostigamiento a través de las redes.
El pasado abril se cumplió un año de la muerte de Carla, una niña de 14 años que se arrojó a las rocas desde un acantilado de Gijón por la persecución insoportable a la que había sido sometida por sus compañeras de clase. La llamaban bizca (tenía estrabismo), bollera; le metieron la cabeza en un retrete; la pegaban. Pedro Simón sacó en El Mundo hace unas semanas un extracto de las conversaciones de la niña con su hermana en Facebook: “Mañana salgo y no sé si salir porque me van a buscar”, decía Carla; “pues intenta ir por donde sepas que no paren y con muchos amigos”, respondía la hermana. Y Carla contestaba: “Nadie me va a defender, no hay huevos”.
Saco a colación este caso terrible porque creo que en él se dan las dos condiciones esenciales para que la pesadilla siga existiendo. La primera es el miedo o la indiferencia de los otros compañeros. Creo sinceramente que los bárbaros capaces de atormentar así son minoría; pero se aprovechan de la falta de reacción de la mayoría. Hay que hablar del tema constante y públicamente, hay que hacer campañas concienciadoras, anuncios de televisión, cómics, vídeos en YouTube; que el abusón sea visto como un repugnante miserable; que se eduque a los niños en el aborrecimiento a ese maltrato y en la defensa del maltratado; que los perseguidores queden públicamente expuestos como lo que son, unos seres despreciables, cobardes y ridículos.
Pero la segunda condición es aún más esencial, y es la actitud de los centros, de los profesores y de los jueces. En el tema de Carla, no ha sucedido nada; no ha habido ni responsabilidades ni consecuencias. La Fiscalía de Menores de Oviedo archivó el caso al cumplirse el año del suicidio de la niña; la familia de Carla y la Asociación Contra el Acoso Escolar luchan para que se reabra. Tengo la terrible sensación de que muchos colegios prefieren tapar estos asuntos y mirar para otro lado, cuando, por el contrario, deberían tener programas y protocolos especiales para prevenir semejante martirio. Y, si los profesores y los centros educativos fallan, tiene que entrar en funcionamiento el sistema legal. Se puede y se debe castigar ejemplarmente: por ejemplo, en 2011 el colegio Amor de Dios de Alcorcón fue condenado a pagar 40.000 euros por el acoso continuado de un crío desde los 7 hasta los 10 años. Es fácil ignorar el sufrimiento de los niños porque en realidad protestan muy poco; no esperemos para combatirlo a que se tiren desde el acantilado.
Rosa Montero, El País, 11/05/2014
https://elpais.com/elpais/2014/05/07/eps/1399463022_545926.html
Hace algunos años, por ejemplo, el fenómeno del mobbing emergió a la luz como un monstruo abisal… Incluso nos tuvimos que aprender la palabreja, que antes ignorábamos. Mobbing: acoso laboral. Un maltrato que puede ser ejercido por los compañeros o los jefes y que llega a destrozar a las personas. Fue algo muy comentado durante cierto tiempo, y la visibilidad informativa permitió que muchas personas pudieran entender lo que les estaba sucediendo. Sin embargo, ese dragón escamoso ha vuelto a sumergirse. Los periodistas apenas hablamos ya de ello, y me temo que no es porque el abuso haya disminuido, sino porque la sociedad ha dejado de prestarle atención.
Un caso aún más sangrante y verdaderamente intolerable es el del acoso infantil. Esos matones (y matonas, porque también las niñas ejercen la violencia) que transmutan la vida de otros niños en un infierno, hasta el punto de que muchos, demasiados, se suicidan. Hará quizá diez años el tema del acoso escolar pareció convertirse en una prioridad social, que es exactamente lo que debe ser. Pero ahora se habla mucho menos de ello, y si no fuera por el empeño de los colectivos gais, que están haciendo una labor magnífica de investigación y de denuncia del acoso homofóbico, creo que todavía sería un tema mucho más ignorado. Pero, claro, el acoso infantil no se produce sólo por temas de elección sexual; basta que seas un niño o un adolescente un poco diferente, un poco sensible, un poco más débil, para que algunos energúmenos te torturen, con el agravante de las grabaciones de móviles y el hostigamiento a través de las redes.
El pasado abril se cumplió un año de la muerte de Carla, una niña de 14 años que se arrojó a las rocas desde un acantilado de Gijón por la persecución insoportable a la que había sido sometida por sus compañeras de clase. La llamaban bizca (tenía estrabismo), bollera; le metieron la cabeza en un retrete; la pegaban. Pedro Simón sacó en El Mundo hace unas semanas un extracto de las conversaciones de la niña con su hermana en Facebook: “Mañana salgo y no sé si salir porque me van a buscar”, decía Carla; “pues intenta ir por donde sepas que no paren y con muchos amigos”, respondía la hermana. Y Carla contestaba: “Nadie me va a defender, no hay huevos”.
Saco a colación este caso terrible porque creo que en él se dan las dos condiciones esenciales para que la pesadilla siga existiendo. La primera es el miedo o la indiferencia de los otros compañeros. Creo sinceramente que los bárbaros capaces de atormentar así son minoría; pero se aprovechan de la falta de reacción de la mayoría. Hay que hablar del tema constante y públicamente, hay que hacer campañas concienciadoras, anuncios de televisión, cómics, vídeos en YouTube; que el abusón sea visto como un repugnante miserable; que se eduque a los niños en el aborrecimiento a ese maltrato y en la defensa del maltratado; que los perseguidores queden públicamente expuestos como lo que son, unos seres despreciables, cobardes y ridículos.
Pero la segunda condición es aún más esencial, y es la actitud de los centros, de los profesores y de los jueces. En el tema de Carla, no ha sucedido nada; no ha habido ni responsabilidades ni consecuencias. La Fiscalía de Menores de Oviedo archivó el caso al cumplirse el año del suicidio de la niña; la familia de Carla y la Asociación Contra el Acoso Escolar luchan para que se reabra. Tengo la terrible sensación de que muchos colegios prefieren tapar estos asuntos y mirar para otro lado, cuando, por el contrario, deberían tener programas y protocolos especiales para prevenir semejante martirio. Y, si los profesores y los centros educativos fallan, tiene que entrar en funcionamiento el sistema legal. Se puede y se debe castigar ejemplarmente: por ejemplo, en 2011 el colegio Amor de Dios de Alcorcón fue condenado a pagar 40.000 euros por el acoso continuado de un crío desde los 7 hasta los 10 años. Es fácil ignorar el sufrimiento de los niños porque en realidad protestan muy poco; no esperemos para combatirlo a que se tiren desde el acantilado.
Rosa Montero, El País, 11/05/2014
https://elpais.com/elpais/2014/05/07/eps/1399463022_545926.html
El texto se compone de seis párrafos. Di cuáles forman parte de la introducción, del desarrollo y de la conclusión.
Escribe un texto de 150 palabras aproximadamente, en el que comentes las siguientes cuestiones:
Escribe un texto de 150 palabras aproximadamente, en el que comentes las siguientes cuestiones:
- ¿Qué sabes del acoso escolar?
- ¿Qué ideas del texto anterior te han llamado más la atención?
- ¿Cuál es la solución que propone la autora Rosa Montero para acabar con el acoso?
- ¿Qué te parece la propuesta que hace la autora al respecto?
- ¿Qué otras medidas propondrías para evitar el acoso?
Actividad
Ya sé ya que muchos de ustedes lo están pasando fatal a cuenta de la crisis y el paro, pero tranquilos. Como dice la canción, "todo lo que necesitas es amor", y el amor -¿para qué vamos a ser cínicos encima?- es gratis. No hay más que ir por la vida con la mente abierta y grabarse en la frente planteamientos positivos como los que lanzaba el otro día el exprimer ministro socialista francés Michel Rocard en una entrevista por la publicación de su último libro.
Decía el hombre, al tiempo que abogaba, el pobre, por una sociedad menos competitiva y codiciosa, que "los mejores momentos de la vida son los enamoramientos, el nacimiento de un hijo, las buenas realizaciones artísticas o profesionales, las hazañas deportivas, los viajes maravillosos, o muchas otras cosas; y ninguna de estas satisfacciones está ligada con el dinero". Vale. Yo ya sabía que esto era así y que ninguno de los momentos de felicidad de la vida tiene relación con el dinero.
El problema es que nadie más parece darse cuenta. Si no, habría bancos felices que nos perdonarían las hipotecas, tiendas felices que nos regalarían la ropa y socios europeos felices que nos dejarían endeudarnos más a allá del 5,3%. En cualquier caso, yo espero que esto no lo lea ninguno de mis jefes por si a alguno se le ocurre hacerme feliz bajándome el sueldo o despidiéndome para que pueda dedicarme a leer en la tumbona debajo del limonero que es lo que de verdad me pone.
La cuestión es que, en estos tiempos en los que te clavan tres euros por una tostada y un café mientras te suben el IBI un 10%, no viene mal ir por la vida recitando letanías del tipo: "El dinero no da la felicidad", "hay gente tan pobre que sólo tiene dinero" o "no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita". Todo esto es verdad, pero a mí, ¿qué quieren? Me cuesta. Ya sé que los momentos más felices de la vida no los da el dinero, pero, con toda la voluntad del mundo por no ser una miserable materialista, no puedo evitar preguntarme si cuando nacieron mis hijos hubiera sido igual de feliz con una orden de embargo sobre mi cabeza o cómo cuernos se las arregla Michel Rocard para realizar viajes maravillosos sin un duro porque yo aún no he encontrado agencias, hoteles, restaurantes y aviones que entiendan que el dinero realmente no sirve para nada. Así que aprovecho este espacio para dejárselo claro a los que me ingresan la nómina cada mes: Prefiero ser un poco menos feliz pero poder pagar la hipoteca y, si quieren pagarme más, no se corten que, si tengo que llorar, mejor en un chalé frente al mar que bajo el puente.
Isabel Vicente, 16/03/2012, La Opinión de Málaga
http://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2012/03/17/felicidad/493440.html
Decía el hombre, al tiempo que abogaba, el pobre, por una sociedad menos competitiva y codiciosa, que "los mejores momentos de la vida son los enamoramientos, el nacimiento de un hijo, las buenas realizaciones artísticas o profesionales, las hazañas deportivas, los viajes maravillosos, o muchas otras cosas; y ninguna de estas satisfacciones está ligada con el dinero". Vale. Yo ya sabía que esto era así y que ninguno de los momentos de felicidad de la vida tiene relación con el dinero.
El problema es que nadie más parece darse cuenta. Si no, habría bancos felices que nos perdonarían las hipotecas, tiendas felices que nos regalarían la ropa y socios europeos felices que nos dejarían endeudarnos más a allá del 5,3%. En cualquier caso, yo espero que esto no lo lea ninguno de mis jefes por si a alguno se le ocurre hacerme feliz bajándome el sueldo o despidiéndome para que pueda dedicarme a leer en la tumbona debajo del limonero que es lo que de verdad me pone.
La cuestión es que, en estos tiempos en los que te clavan tres euros por una tostada y un café mientras te suben el IBI un 10%, no viene mal ir por la vida recitando letanías del tipo: "El dinero no da la felicidad", "hay gente tan pobre que sólo tiene dinero" o "no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita". Todo esto es verdad, pero a mí, ¿qué quieren? Me cuesta. Ya sé que los momentos más felices de la vida no los da el dinero, pero, con toda la voluntad del mundo por no ser una miserable materialista, no puedo evitar preguntarme si cuando nacieron mis hijos hubiera sido igual de feliz con una orden de embargo sobre mi cabeza o cómo cuernos se las arregla Michel Rocard para realizar viajes maravillosos sin un duro porque yo aún no he encontrado agencias, hoteles, restaurantes y aviones que entiendan que el dinero realmente no sirve para nada. Así que aprovecho este espacio para dejárselo claro a los que me ingresan la nómina cada mes: Prefiero ser un poco menos feliz pero poder pagar la hipoteca y, si quieren pagarme más, no se corten que, si tengo que llorar, mejor en un chalé frente al mar que bajo el puente.
Isabel Vicente, 16/03/2012, La Opinión de Málaga
http://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2012/03/17/felicidad/493440.html
Divide el texto en las siguientes partes: introducción, desarrollo y conclusión, y señálalas en el texto.
Contesta brevemente a las siguientes preguntas de acuerdo con la opinión del autor y copia la frase del texto que justifique tu respuesta.
Escribe, utilizando tus propias palabras, un breve resumen del contenido del texto en aproximadamente seis líneas.
La letra de una antigua canción nos recuerda que hay tres cosas importantes en nuestra vida: salud, dinero y amor. Escribe una redacción en la que expreses, en aproximadamente 150 palabras, si estás de acuerdo con esta afirmación y razona a qué le das más importancia en tu vida.
Contesta brevemente a las siguientes preguntas de acuerdo con la opinión del autor y copia la frase del texto que justifique tu respuesta.
- ¿Qué es lo que comentó el exprimer ministro francés en una entrevista?
- ¿Cuál es la posición de la autora de este artículo acerca de la importancia del dinero en la vida?
Escribe, utilizando tus propias palabras, un breve resumen del contenido del texto en aproximadamente seis líneas.
La letra de una antigua canción nos recuerda que hay tres cosas importantes en nuestra vida: salud, dinero y amor. Escribe una redacción en la que expreses, en aproximadamente 150 palabras, si estás de acuerdo con esta afirmación y razona a qué le das más importancia en tu vida.
Actividad
María ocultábame os seus ollos tenazmente; pero puiden admirar neles a brillantez e fermosura dos das mulleres da súa raza en dúas ou tres veces que, á súa pesar, atopáronse de cheo cos meus; os seus beizos vermellos, húmidos e graciosamente imperativos, mostráronme só un instante o arco simétrico da súa linda dentadura. Levaba, como as miñas irmás, a abundante cabeleira castaño escura arranxada en dúas trenzas, sobre o nacemento dunha das cales se vía un caravel encarnado. Vestía un traxe de muselina lixeira, case azul, do cal só se descubría parte do corpiño e da saia, pois un pano de algodón fino cor púrpura ocultáballe o seo ata a base da súa garganta, de brancura mate. Ao volver as trenzas ás costas, de onde rodaban ao inclinarse ela a servir, admirei o envés dos seus brazos, deliciosamente torneados, e as súas mans, coidadas como as dunha raíña.
Sinala que trazos físicos se mencionan e como se describen:
OLLOS:
BEIZOS:
CABELO:
VESTIDO:
BRAZOS:
Actividad
Na seguinte prosopografía, sinala que trazos físicos describen á protagonista da Dama das Camelias, de Alexandre Dumas:
E é que era imposible ver unha beleza máis encantadora que a de Marguerite.
Alta e delgada ata a esaxeración, posuía en sumo grao a arte de facer desaparecer aquel esquecemento da natureza co simple arranxo do que se poñía. O seu chal de cachemira, que lle chegaba ata o chan, deixaba escapar por ambos os lados os anchos volantes dun vestido de seda, e o groso manguito que ocultaba as súas mans e que ela apoiaba contra o seu peito estaba rodeado de pregues tan habilmente dispostos, que nin o. ollo máis esixente tiña nada que obxectar ao contorno das liñas.
A cabeza, unha marabilla, era obxecto dunha particular coquetería. Era moi pequena, e a súa nai, como diría Musset , parecía facela así para facela con esmero.
Nun óvalo dunha graza indescritible, colocade dous ollos negros coroados por cellas dun arco tan puro, que parecía pintado; vede eses ollos con longas pestanas que, ao baixar, proxecten sombra sobre a tez rosa das fazulas; trazade un nariz fino, recta, graciosa, con ventanas un pouco abertas por unha ardente aspiración cara á vida sensual; debuxade unha boca regular, cuxos beizos se abran con graza sobre uns dentes brancos como o leite; coreade a pel con ese suave veludo que cobre os pexegos non tocados aínda por man algunha, e teredes o conxunto daquela cabeza encantadora.
Os cabelos, negros como o acibeche, natural ou artificialmente ondulados, abríanse sobre a fronte en dous anchos bandos e perdíanse detrás da cabeza, deixando ver unha parte das orellas, nas que brillaban dous diamantes dun valor de catro a cinco mil francos cada un.
Como a ardente vida de Marguerite permitía que a súa conservase a expresión virxinal, mesmo infantil, que o caracterizaba, é algo que nos vemos obrigados a constatar sen comprendelo.
E é que era imposible ver unha beleza máis encantadora que a de Marguerite.
Alta e delgada ata a esaxeración, posuía en sumo grao a arte de facer desaparecer aquel esquecemento da natureza co simple arranxo do que se poñía. O seu chal de cachemira, que lle chegaba ata o chan, deixaba escapar por ambos os lados os anchos volantes dun vestido de seda, e o groso manguito que ocultaba as súas mans e que ela apoiaba contra o seu peito estaba rodeado de pregues tan habilmente dispostos, que nin o. ollo máis esixente tiña nada que obxectar ao contorno das liñas.
A cabeza, unha marabilla, era obxecto dunha particular coquetería. Era moi pequena, e a súa nai, como diría Musset , parecía facela así para facela con esmero.
Nun óvalo dunha graza indescritible, colocade dous ollos negros coroados por cellas dun arco tan puro, que parecía pintado; vede eses ollos con longas pestanas que, ao baixar, proxecten sombra sobre a tez rosa das fazulas; trazade un nariz fino, recta, graciosa, con ventanas un pouco abertas por unha ardente aspiración cara á vida sensual; debuxade unha boca regular, cuxos beizos se abran con graza sobre uns dentes brancos como o leite; coreade a pel con ese suave veludo que cobre os pexegos non tocados aínda por man algunha, e teredes o conxunto daquela cabeza encantadora.
Os cabelos, negros como o acibeche, natural ou artificialmente ondulados, abríanse sobre a fronte en dous anchos bandos e perdíanse detrás da cabeza, deixando ver unha parte das orellas, nas que brillaban dous diamantes dun valor de catro a cinco mil francos cada un.
Como a ardente vida de Marguerite permitía que a súa conservase a expresión virxinal, mesmo infantil, que o caracterizaba, é algo que nos vemos obrigados a constatar sen comprendelo.
Actividad
No seguinte retrato pertencente á obra Miguel Strogoff, de Jules Verne, sinala nunha cor os trazos físicos e noutra cor os trazos psicolóxicos que caracterizan o personaxe:
Miguel Strogoff era alto de talla, vigoroso, de anchas costas e peito robusto. A súa poderosa cabeza presentaba os fermosos caracteres da raza caucásica e os seus membros, ben proporcionados, eran como pancas dispostas mecanicamente para efectuar á perfección calquera esforzo. Este fermoso e robusto novo, cando estaba asentado nun sitio, non era fácil de desprazar contra a súa vontade, xa que cando afirmaba os seus pés sobre o chan, daba a impresión de que botaba raíces. Sobre a súa cabeza, de fronte ancha, se encrespaba unha cabeleira abundante, cuxos rizos escapaban por baixo do seu casco moscovita. O seu rostro, ordinariamente pálido, modificábase unicamente cando se aceleraba o bater do seu corazón baixo a influencia dunha maior rapidez na circulación arterial. Os seus ollos, dun azul escuro, de mirada recta, franca, inalterable, brillaban baixo o arco das súas cellas, onde uns músculos supercillares levemente contraídos denotaban un elevado valor -o valor sen cólera dos heroes, segundo expresión dos psicólogos- e o seu poderoso nariz, de anchas xanelas, dominaba unha boca simétrica cos seus beizos saíntes propios dos homes xenerosos e bos.
Miguel Strogoff tiña o temperamento do home decidido, de rápidas solucións, que non se morde as uñas ante a incerteza nin se rasca a cabeza ante a dúbida e que xamais se mostra indeciso.
Sobrio de xestos e de palabras, sabía permanecer inmóbil como un poste ante un superior; pero cando camiñaba, os seus pasos denotaban gran seguridade e unha notable firmeza nos seus movementos, expoñentes da súa férrea vontade e da confianza que tiña en si mesmo. Era un deses homes que agarran sempre as ocasións polos pelos; figura un pouco forzada pero que o retrataba dun só trazo.
Vestía uniforme militar parecido ao dos oficiais da cabalería de cazadores en campaña: botas, espuelas, pantalón semicinguido, pelliza bordada en peles e adornada con cordóns amarelos sobre fondo escuro. Sobre o seu peito brillaban unha cruz e varias medallas. Pertencía ao corpo especial de correos do Tsar e entre esta elite de homes tiña o grao de oficial. O que se notaba particularmente nos seus ademáns, na súa fisonomía, en toda a súa persoa (e que o Tsar comprendeu ao instante), era que se trataba dun «executor de ordes». Posuía, pois, unha das calidades máis recoñecidas en Rusia -segundo a observación do soado novelista Turgueniev-, e que conducía ás máis elevadas posicións do Imperio moscovita.
Miguel Strogoff era alto de talla, vigoroso, de anchas costas e peito robusto. A súa poderosa cabeza presentaba os fermosos caracteres da raza caucásica e os seus membros, ben proporcionados, eran como pancas dispostas mecanicamente para efectuar á perfección calquera esforzo. Este fermoso e robusto novo, cando estaba asentado nun sitio, non era fácil de desprazar contra a súa vontade, xa que cando afirmaba os seus pés sobre o chan, daba a impresión de que botaba raíces. Sobre a súa cabeza, de fronte ancha, se encrespaba unha cabeleira abundante, cuxos rizos escapaban por baixo do seu casco moscovita. O seu rostro, ordinariamente pálido, modificábase unicamente cando se aceleraba o bater do seu corazón baixo a influencia dunha maior rapidez na circulación arterial. Os seus ollos, dun azul escuro, de mirada recta, franca, inalterable, brillaban baixo o arco das súas cellas, onde uns músculos supercillares levemente contraídos denotaban un elevado valor -o valor sen cólera dos heroes, segundo expresión dos psicólogos- e o seu poderoso nariz, de anchas xanelas, dominaba unha boca simétrica cos seus beizos saíntes propios dos homes xenerosos e bos.
Miguel Strogoff tiña o temperamento do home decidido, de rápidas solucións, que non se morde as uñas ante a incerteza nin se rasca a cabeza ante a dúbida e que xamais se mostra indeciso.
Sobrio de xestos e de palabras, sabía permanecer inmóbil como un poste ante un superior; pero cando camiñaba, os seus pasos denotaban gran seguridade e unha notable firmeza nos seus movementos, expoñentes da súa férrea vontade e da confianza que tiña en si mesmo. Era un deses homes que agarran sempre as ocasións polos pelos; figura un pouco forzada pero que o retrataba dun só trazo.
Vestía uniforme militar parecido ao dos oficiais da cabalería de cazadores en campaña: botas, espuelas, pantalón semicinguido, pelliza bordada en peles e adornada con cordóns amarelos sobre fondo escuro. Sobre o seu peito brillaban unha cruz e varias medallas. Pertencía ao corpo especial de correos do Tsar e entre esta elite de homes tiña o grao de oficial. O que se notaba particularmente nos seus ademáns, na súa fisonomía, en toda a súa persoa (e que o Tsar comprendeu ao instante), era que se trataba dun «executor de ordes». Posuía, pois, unha das calidades máis recoñecidas en Rusia -segundo a observación do soado novelista Turgueniev-, e que conducía ás máis elevadas posicións do Imperio moscovita.