UDI_2_LING_teoria
UDI 2. PMAR 2º ESO. ÁMBITO LINGÜÍSTICO.
PRODUCCIÓN DE TEXTOS ORALES

Son muchas las formas posibles de estructurar una comunicación. Evidentemente, no es lo mismo hablar ante un grupo amplio que ante uno reducido, disponer de un tiempo largo que tener que sujetarse a uno breve, exponer un tema que tomar la palabra para despedir a un compañero que se cambia de instituto... Pero todas ellas participan de un sencillo esquema básico que se debe mantener si se quiere tener éxito. La persona que escucha, por contraposición a la que lee, no puede detenerse donde quiere, volver a retomar las frases que más le han sugerido o cerrar el libro para divagar en sus pensamientos.
Dejando a un lado las pautas más clásicas, vamos a aportar un esquema muy sencillo, que pueda ser enriquecido y adornado por el arte del que habla en función del tipo de mensaje, de la ocasión y del auditorio que tiene delante. Puede quedar resumido de la siguiente manera: anunciar lo que se va a decir, decirlo bien y recordar lo que se ha dicho.
En primer lugar, dar una visión general, una síntesis o anuncio de lo que se va a tratar y hacerlo de un modo atractivo. El mensaje oral posee unas características que le hacen diferir sustancialmente del escrito. Por ello, desde un principio, el comunicador debe mostrar con claridad y sencillez lo que quiere transmitir. Claridad para hacerse entender y para conseguir enganchar al auditorio. Porque desde un principio debe cautivarlo. Quien toma el camino inadecuado, va donde no quiere; quien escoge el correcto puede llegar al final. La forma de iniciar una comunicación oral debe estar cuidadosamente preparada, debe ser impactante, clara, sugerente, capaz de ganar la atención y predisponer favorablemente al auditorio para todo lo que venga después.
Acto seguido, el desarrollo del mensaje, que depende del tema y del tiempo disponible. Es importante tener muy claro lo que se quiere transmitir, procurando no atosigar con montones de ideas, sino ir desgranando una a una, sin prisas, pero con paso firme. La atención del público disminuye al cabo de los primeros veinte minutos, y va decreciendo en progresión geométrica. Puede ser muy conveniente usar medios audiovisuales que refuercen lo que se quiere transmitir. No obstante, siempre hay que utilizar esos recursos con moderación, procurando que sean ilustrativos, entretenidos, claros, impactantes y sugerentes, y nunca abusar de ellos. Jalonar el desarrollo con ejemplos, metáforas y comparaciones ilustrativas y pertinentes, pensadas y decididas con anticipación, es muy adecuado, pues enriquece, ilumina y da color a la exposición.
Finalmente, una vez desarrollado lo más sustancioso de la comunicación, es el momento de recoger en síntesis lo que se ha dicho. Este final, al igual que ocurre con el inicio, debe estar muy bien elaborado, pues es con lo último que se queda el auditorio, y va a ser como el eco resonante de todo lo dicho. No vale, por tanto, terminar de cualquier manera, sino que debe ser algo previsto de antemano y muy cuidado. En el final nos encargaremos de dejar claramente expuesto el contenido fundamental de nuestro mensaje.
Para hacernos ver la importancia del final de una comunicación, hay quien se ha atrevido a expresarlo casi como si de una fórmula matemática se tratara: “Un discurso mediocre con un buen final, es igual a un buen discurso; un buen discurso con un mal final, es igual a un mal discurso”. Aunque el mundo de la comunicación no es el de las matemáticas, esta afirmación tiene, sin duda, mucho de cierto. El final es de una importancia extrema, igual que el inicio. Es preciso prepararlo muy bien, sin dejar traslucir, no obstante, una impresión de rigidez o formalismo: debe ser también fresco, optimista, desenfadado. En él se pueden destacar las consecuencias prácticas de todo el mensaje o una invitación a la acción, si es el caso. Hay que poner el acento en ello atendiendo especialmente a la claridad y la precisión, evitando una conclusión vaga o nebulosa.
Estructurar adecuadamente el mensaje es un requisito imprescindible para sintonizar con el oyente. Supone un dominio de la dinámica comunicativa.
A modo de puntos significativos, vamos a establecer una serie de condiciones para conseguir que el mensaje sufra las menores pérdidas posibles desde su nacimiento hasta su destino final:
• La primera será establecer un esquema claro de lo que se quiere decir. La distribución de los asuntos en apartados interdependientes e interrelacionados es un tiempo bien empleado y siempre aporta grandes beneficios.
• Desterrar la verborrea, que lo único que ocasiona es aburrimiento e incluso malestar.
• Saber administrar el tiempo del que se dispone. Debe medirse de antemano la cantidad de ideas que se quiere transmitir en el tiempo otorgado.
• No emplear nunca más tiempo del concedido; en todo caso, es preferible quedarse corto que pasarse.
• Huir siempre de la improvisación. La imaginación puede tener sólo un papel muy discreto en toda buena comunicación.
Un discurso óptimo será aquel que, aunque muy bien preparado, sin embargo no lo parezca. Claridad, fluidez y orden facilitan la recepción del mensaje. Deben ser virtudes muy valoradas por quien comunica.
2. Técnicas para una buena argumentación

En muchas ocasiones, en una comunicación oral es preciso argumentar y no sólo exponer. Por ello, intentaremos profundizar aquí en la técnica de la argumentación y en los errores en los que muy frecuentemente se incurre.
Existe una gran diferencia entre informar y argumentar: la información es una mera exposición, mientras que la argumentación aporta razones. La información permite un discurso más ligero y fácil, mientras que el razonamiento, aunque también posee su propia viveza, siempre es más trabado.
Una argumentación requiere de una importante preparación previa. No sólo se precisan argumentos adecuados y numerosos para defender o atacar una tesis, sino que también hay que saberlos enlazar y subordinar.
Habitualmente, en la argumentación se emplea el silogismo en sus variadas formas. Se puede proceder desde lo particular hasta lo general o comenzar por lo general para llegar al caso particular que nos interesa mostrar. Los argumentos deben ser siempre desgranados uno a uno, con lo que en algún caso se ha llamado “el método de la alcachofa”: no se debe pasar al siguiente hasta que el anterior haya quedado debidamente formulado.
Una forma adecuada de proceder en la argumentación es exponer de entrada, y de manera clara y concisa, la tesis que se quiere defender para, posteriormente, ir apuntando las razones en apoyo de esta tesis. No siempre es necesario proceder así, aunque resulte en muchos casos conveniente. La tesis, que encabezaría la exposición, debe repetirse al final de la argumentación, aunque enriquecida. Lo verdaderamente difícil es ir dando los pasos adecuados para que un razonamiento nos lleve necesariamente al siguiente. Hay quien defiende que esta tarea sólo puede llevarse a buen puerto si se posee un conocimiento teórico de los principios fundamentales de la lógica formal, es decir, de las reglas de la inferencia válida. Sin duda que un conocimiento de este tipo puede resultar muy ventajoso, tanto para no incurrir en falacias como para descubrir las que otros cometen. No obstante, la duda reside en si además de conveniente es necesario. Nos inclinamos por la opinión de que existe una lógica práctica que se ejercita de un modo intuitivo y directo en las argumentaciones habituales, digamos que una actuación lógica espontánea que no necesita de un fundamento teórico consciente.
Es importante llamar la atención sobre ciertos recursos (argumentos deductivos débiles) que se utilizan en la argumentación y que, sin embargo, son formas precarias. Se pueden usar, aunque siempre con moderación, y sabiendo que no suponen un apoyo firme, por lo que habrá que matizar las conclusiones suavizándolas con un “es muy probable”, “es casi seguro”, etc. Vamos a enumerar algunas de estas formas:
a) El recurso a la experiencia personal. Procede así quien afirma, por ejemplo, cosas como “Tengo por probado en innumerables experiencias propias que…”
b) Argumento de autoridad. Contrariamente a lo que podamos pensar, es utilizado en numerosas ocasiones en exposiciones de contenido científico. Una afirmación de este tipo puede ser “Un reciente premio Nobel de Literatura manifestó al respecto que… Y sin duda, este hombre es el más entendido, hoy por hoy, en esta materia.”
c) Recurso a la opinión comúnmente admitida o sostenida por la mayoría: “Es de dominio público que…”
d) Recurso a la opinión o costumbre de una minoría cualificada o relevante. “En esto, como en todo, hay que hacerse caso de los que conocen en profundidad el problema. El conocido grupo de opinión…….XXX……….. ha mantenido, contra viento y marea, que…”
e) Argumento mediante ejemplos. (Se hace residir toda la fuerza de la afirmación en los varios ejemplos que parecen corroborarla).
f) Argumento por analogía: para justificar una idea nueva o controvertida, se utiliza la comparación con otra firmemente establecida o admitida.
g) Argumento basado en las consecuencias de un hecho: “La democracia permite controlar el poder político, luego es la forma más justa de gobierno”. Se puede usar tanto para aconsejar como para disuadir.
Recurrir, por ejemplo, a lo que piensa la mayoría puede ser adecuado y dar cierto peso a la propia opinión, pero no hay que ignorar que por su naturaleza es algo resbaladizo y penúltimo; lo mismo sucede cuando se recurre a las consecuencias de un hecho para hacerlo válido y esas consecuencias no se derivan de un modo absolutamente necesario de la concurrencia del hecho. En cualquier caso, las afirmaciones categóricas serán siempre escasas y de una solidez “a prueba de bombas”. Un orador que sepa ser firme sin ser autoritario se ha ganado seguramente la benevolencia de su auditorio.
En cuanto a los términos aseguradores de la argumentación, podemos apuntar algunos:
- Es de sentido común que…
- Todo el mundo está de acuerdo en que…
- Es evidente que…
- No creo que nadie admitiera que…
Hay algunas formas indebidas de argumentación o falacias, en las que se incurre con no poca frecuencia. Como ejemplo:
- argumentar contra la persona en vez de contra el argumento que sostiene;
- recurrir a sanciones o castigos como fuerza conclusiva;
- apelar a los sentimientos o a la autoridad;
- apoyarse en afirmaciones que aún no han podido refutarse y que, por tanto, son verdaderas
Algunas indicaciones generales a tener en cuenta en una argumentación:
• Una regla de oro puede ser: PROCEDER NO POR LA RAZÓN DE LA AUTORIDAD, SINO POR LA AUTORIDAD DE LA RAZÓN. Actúa del primer modo quien recurre constantemente a argumentos citando su fuente, el llamado irónicamente “citador sistemático”, que en algún caso puede ser muy científico pero que como comunicador deja mucho que desear. Se salta “a la torera” una de las principales funciones del discurso: la persuasión, y rompe toda sintonía entre él y el auditorio. Si la sintonía genera simpatía, su ausencia se traduce en antipatía, apatía o incluso hostilidad.
• Evitar a toda costa la utilización de adjetivos que expresen valoración, pues una argumentación tiene un cariz predominantemente expositivo.
• Evitar la confrontación directa con las opiniones o con las personas.
• Esforzarse en mantener una actitud objetiva.
• Disponer claramente la derivación de las ideas, de manera que todas se dirijan a reforzar la tesis que defendemos.
• Utilizar pocos ejemplos, muy claros y muy brevemente, para no romper el hilo de la argumentación
• Evitar la divagación: la tesis establecida debe ser original, de alcance limitado y estar netamente formulada.
En ocasiones, al final de una exposición argumentativa se abre un debate. Y pueden surgir en él opiniones divergentes. No es necesario coincidir en todo con el auditorio o con quien nos pregunta. Pero tampoco es necesario llegar al enfrentamiento. Existen estrategias para mantener la diferencia de opiniones sin enemistarse. Una de las más usadas es dar la razón al interlocutor en algún punto, con cortesía, pero luego desmontar sus razones con otras que consideramos adecuadas. También se puede conducir paso a paso al interlocutor, con hábiles preguntas graduadas y que siempre exijan una respuesta favorable a nosotros, hasta plantearle finalmente la pregunta decisiva. O demostrar que el punto de vista opuesto al nuestro es imposible de sostener. Incluso, plantear las cosas con ambigüedad para que las opiniones no queden definidas y no puedan ser rebatidas (aunque esto no deja de ser éticamente dudoso).
El uso de estas técnicas es siempre algo delicado. Verdaderamente, lo más aconsejable es actuar desde la cortesía, con fórmulas que la expresen adecuadamente, y sobre todo desde la sinceridad. Se nota mucho al orador que defiende tesis en las que no cree o sobre las que su vida es más bien un contraejemplo (siempre expuesto a comentarios del tipo “¿de qué púlpito sale semejante sermón?”). El orador debe estar convencido sinceramente de lo que expone y transmitirlo como lo piensa y lo siente, sin caer en el iluminismo ni en la pasión excesiva. Son terrenos resbaladizos y lo más fácil es acabar en el suelo. Quien se dirige a un público expone su yo ante el ojo clínico de los demás, se muestra a sí mismo como en ninguna otra ocasión, y los titubeos, las dudas, la falta de seguridad e incluso de acierto se dejan notar no especialmente en las palabras sino sobre todo en los gestos, actitudes y ademanes, que son inconscientes y que el orador no puede controlar. Por eso, la seguridad y la sinceridad son dos pilares básicos. Cuando uno comunica algo de cierta importancia, pone el corazón en su mano y lo muestra, da lo que tiene. Esto, tan débil y frágil, supone un acto de valentía que siempre va a ser bien visto y apreciado, pudiendo ganar así aquello que más valor tiene: un auténtico acto comunicativo, el establecimiento de una relación.
Dominar la técnica argumentativa es el recurso que permite exponer la idea con precisión y evita discusiones innecesarias.
3. Pautas para preparar el contenido de una comunicación

Proponemos aquí un conjunto de pautas que consideramos básicas para preparar un mensaje:
1. RECOPILAR. En primer lugar, reunir ideas, contando con el bagaje propio y recurriendo también a fuentes externas. Es preferible hacer un acopio de información abundante, aunque al final se desechen contenidos. El tiempo empleado en la elaboración de la información es siempre muy útil después. Se puede hacer una enumeración lo más extensa posible de lo que incumbe directa o no tan directamente al tema.
2. ORDENAR Y ESTABLECER LA TESIS: Es preciso, posteriormente, ordenar todo ese material atendiendo a la sucesión en importancia, o al orden cronológico o a la derivación de unos aspectos respecto de otros... Repasamos lo que hemos escrito y descubrimos que hay cosas que se repiten y otras que no están del todo claras. Ahora procede estructurar y seleccionar. En primer lugar, fijaremos la tesis que queremos defender, en torno a la cual girarán el resto de ideas. En el ejemplo que hemos puesto, la tesis va a ser “el ser humano, y sólo él, es libre, aunque dentro de una circunstancia”. Las líneas que enlacen unas ideas con otras y con la tesis, deben estar bien claras para el comunicador. Esto constituye algo así como la espina dorsal del discurso. Se adecuará a la ocasión, al tema, al estilo (si es información, exposición, argumentación...). Aquí entra en juego el don de la oportunidad del comunicador, virtud intransmisible y fruto maduro de una práctica constante y atenta.
3. FIJAR EN ESQUEMA: Una vez priorizado el material ideológico, no es superfluo elaborar un croquis o un esquema (tal vez un mapa conceptual) en el que se aprecie claramente la sucesión de ideas, su interrelación y subordinación (destacando las que son prioritarias de las que aparecen en un segundo plano). Y añadiendo ejemplos. Una forma posible es subdividir todas las ideas en un esquema numerado, lineal.
4. REDACTAR: Ahora, siguiendo el esquema, podría redactarse la comunicación con mayor o menor detalle, pero teniendo muy en cuenta que va a ser expuesta oralmente y no por escrito, lo que exige una dinámica propia a la que nos referimos en varios apartados de este curso. En cualquier caso, es absolutamente imprescindible escribir una introducción, tal y como se desea comunicar, en la que se plantee de un modo claro la idea principal que se quiere transmitir, sin ocultar la intención del hablante. Y, por otro lado, también es preciso elaborar íntegramente por escrito la conclusión o final que recoja lo fundamental de la exposición, y que variará en su tono si lo que se pretende es mover a la acción, dejar sólidamente sentada una tesis, hacer ver lo irreconciliable de diversas posturas contrapuestas... Ni el inicio ni la conclusión deben leerse, aunque se tengan escritas.
5. ENSAYAR: Sería el momento de intentar exponer la comunicación como si tuviéramos al público delante, y apreciar, entre otras cosas, el ritmo de lo que hemos preparado.
La improvisación es un peligro al que no debe exponerse nunca quien quiera comunicar válidamente. Una buena preparación aporta seguridad al orador.
Puede ser conveniente llevar todo el desarrollo elaborado por escrito, aunque no nos parece imprescindible. Si esto va a proporcionar seguridad al comunicador, entonces sí. Si, por el contrario, teniendo las ideas claras, no se quiere perder frescura y vivacidad, se puede confiar el desarrollo a esa pizca de improvisación que supone la elaboración “in situ” de un discurso ya suficientemente trabajado. No obstante, para proceder así el comunicador debe contar con una amplia experiencia a sus espaldas y una gran seguridad en sí mismo. Para los que se inician, sin duda es mejor llevarlo todo por escrito. Incluso, hay quien prefiere este método a pesar de una dilatada experiencia y a pesar de que la exposición final no se corresponda exactamente con lo escrito.
No cabe una recomendación más general y, no obstante, más acertada que la de conocer al auditorio que se tiene delante y saber adaptarse a él. Podríamos decir que es como la regla de oro del comunicador. Sin embargo, también vale como regla general la de huir siempre de la afectación y la grandilocuencia, que provocan aburrimiento y rechazo. El estilo debe procurar frescura, cercanía y sintonía con el oyente.
Todo ello puede resumirse en dos consideraciones muy generales:
1) adaptarse al auditorio (edad, conocimientos técnicos o académicos, gremio...)
2) buscar la comprensión inmediata del mensaje
Estas recomendaciones tan generales precisan de algunas concreciones:
- Flexibilidad. No se puede proceder de la misma manera en cualquier caso. El número de componentes del auditorio o la ocasión más o menos formal exigen flexibilidad.
- Viveza. Un estilo vivo puede ser adecuado para narrar un hecho o describir una situación; por el contrario, cuando se precise de la argumentación, el mensaje será necesariamente más trabado y lento.
- Ritmo. Debe tenderse a utilizar frases más bien cortas y directas. No obstante, una frase larga no es siempre sinónimo de oscuridad. El ideal sería saber alternar varios ritmos de frases, según los momentos del mensaje. Hay quien ha cifrado esto considerando que entre punto y punto no debiera haber más de veinticinco palabras. Puede valer como orientación.
- Estructura. Se procurará mantener una estructura simple y clara en el plan. Ya hemos insistido más arriba en que la preparación previa es siempre necesaria, no aporta más que beneficios (tanto para el comunicador como para el auditorio) y supone un porcentaje muy alto en la consecución del éxito final.
- Recursos preferentes. En el lenguaje oral, que por su condición propia debe ser directo y cercano, ha de evitarse la voz pasiva y recurrir a la activa, rechazar el hipérbaton, que sólo aporta oscuridad, y usar tiempos verbales cercanos al oyente (para referirse al pasado, mejor la forma compuesta –“he estado” frente a “estuve”- , y para el futuro mejor la simple –“estaré” frente a “habré estado”-).
- La frase. Un orden lógico sencillo en las frases (sujeto, verbo, complementos) es muy aconsejable. Debe decirse de entrada la idea que se quiere expresar y reservar los detalles para el final. Lo importante debe mostrarse desde el principio y no esconderlo.
- Inmediatez. Evitar las perífrasis y los circunloquios. Lo que puede decirse con pocas palabras no debe decirse con muchas, pues se resiente la fluidez del mensaje, provocando cansancio en el auditorio. Además, no es lo mismo el lenguaje escrito que el hablado; en este segundo caso, hay que evitar todas las trabas posibles al oyente. El oyente se distrae muy fácilmente, por lo que hay que facilitarle al máximo la comprensión. Se trata del maravilloso arte de hacer fácil lo difícil y sencillo lo complicado. Quien lo posee es capaz de embelesar.
Recapitulación
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Dispón la comunicación con una lógica interna, sabiendo que es esa estructura la que espera el público, ayuda a una comunicación eficaz.
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Cierra el círculo del mensaje, es asegurarse de que llega al receptor debidamente. La preparación es necesaria si se quiere salir con éxito de una intervención oral en público.
Decálogo de buenas prácticas en una exposición pública:
1. Utiliza un lenguaje correcto, ayudándote de la buena literatura.
2. Elabora cuidadosamente el principio y el final de tus intervenciones. Un buen comienzo, al igual que un buen final, son los momentos claves para procurar atención y dejar un regusto agradable en el auditorio.
3. Prepara tus intervenciones: no hables nunca de lo que no sabes. Huye de la improvisación. Estructura su mensaje con claridad, orden y precisión.
4. Utiliza todos los medios a tu alcance para captar la atención, pero somételos a la disciplina del mensaje.
5. Practica siempre y disfruta de cualquier ocasión de comunicarse que te depare la vida.
6. Transmite también con el cuerpo. Sé espontáneo, siéntete siente relajado, así tu lenguaje corporal será coherente con el mensaje verbal.
7. Sé positivo/a: adopta de manera espontánea la actitud del que es capaz de apreciar lo óptimo de cualquier situación. Adáptate al público y actúa en su dirección, nunca en su contra.
8. Nunca se debe uno enzarzar en discusiones ni mostrarse prepotente ni fundamentalista.
9. Procura la brevedad y la concisión. Sé capaz de acertar con lo fundamental evitando lo innecesario. Deja en el oyente una sensación de tiempo aprovechado.
10. Reconoce en el diálogo la forma de comunicación consustancial al ser humano. Cae como fruto maduro del árbol de la tolerancia, de la generosidad y de la prudencia.
4. La argumentación en un texto escrito
La lengua española tiene que prepararse para un ciclo grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de diecinueve millones de kilómetros cuadrados y cuatrocientos millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en los Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latinoamericanos de distintos países. (...) A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero, dijo: "Parece un faro". Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo. (...) ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cereza que sabe a beso? Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempos no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo veintiuno como Pedro por su casa.
Gabriel García Márquez, Botella al mar para el dios de las palabras. Discurso de apertura del I Congreso Internacional de la Lengua Española.
Rasgos lingüísticos:
Introduce a la audiencia y al lector en el asunto (nuestra contribución no debería ser…, ¿Cuántas veces no hemos probado…?) para implicarlos en su argumentación.
Alterna expresiones cultas y modernas (dinámica creativa) con otras coloquiales y cercanas (como Pedro por su casa).
Recurre a ejemplos para hacer el texto más comprensible (el del maestro de Estados Unidos, el del periodista francés) y apoyarse así en algo más que su opinión.
Los conectores son los habituales argumentativos (sino, al contrario, con razón…, etc.), aunque opta frecuentemente por la frase breve en la que se sobreentienden otros conectores como porque, a causa de esto.
Tesis: los valores morales e intelectuales no se enseñan en los estadios, sino en los colegios.
Argumentos:
Inglaterra ha demostrado su energía y espíritu tenaz.
Hay un energía heroica en el alma de los ingleses, comprobado por el autor.
En el carácter de los sajones influyen los ejemplos de la historia.
Comprobación personal con sabios de la posible influencia intelectual de los deportes.
De los grandes deportistas no han salido intelectuales de valía.
Estructura:
Enunciado: suponemos que los pueblos anglosajones deben su supremacía a la práctica de los deportes, pero nos olvidamos de los altos valores morales e intelectuales de la raza nórdica
Argumentos: ya enunciados.
Conclusión: es en los colegios en donde se forman los grandes valores que llegan a adquirir las personas, y no en los estadios, como supone mucha gente.
Tesis: el equilibrio del mundo depende de la perpetuación de la injusticia.
Argumentos:
Es necesaria la miseria de muchos para que sea posible el derroche de unos pocos.
Para que pocos sigan consumiendo de más, muchos deben seguir consumiendo de menos.
Para que todos sigan así multiplican las armas de guerra.
Estructura:
Enunciado: comienza con la tesis.
Argumentos (ya vistos).
Conclusión: se combate contra los pobres dando por buena la violencia de los poderosos.

El texto presenta una introducción o enunciado del problema: se encuentra un fósil enlace o eslabón en la evolución entre los pájaros y los dinosaurios.
Expone un argumento: los paleontólogos argentinos argumentan que es el pariente más cercano de los pájaros (es un argumento de autoridad).
Tesis o idea que defiende el autor: este dinosaurio no fue el antecesor directo de las aves. Argumento de refuerzo: este dinosaurio vivió mucho tiempo después de que surgieran las aves.