Pido una tierra sin metralla, enjuta de llanto y sangre, limpia de cenizas, libre de escombros. Saneada tierra para sembrar a pulso la simiente que tengo entre mis dedos apretada. Pido la paz y la palabra. Pido un aire sosegado, un cielo dulce, un mar alegre, un mapa sin fronteras, una argamasa de sudor caliente sobre las cicatrices y fisuras. (ÁNGELA FIGUERA, Belleza cruel) |
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Cuando pienso en los muchachos que se desangran dentro del cieno, me avergüenzo de vivir caliente de comer caliente de ponerme caliente.
Me avergüenzo de que me gusten los toros. Me avergüenzo también de ir de caza con los amigos. (¡Qué manera de estropear la tarde!)
Y me avergüenzo de ser un libro lujoso de poemas encuadernado en piel de hembra ante tanta hambre. Siempre seré un gusano literario, por muy Luciérnaga que me llamen. (GLORIA FUERTES, Obras incompletas) |
¿No escucháis esas voces? Son de todos los niños sin escuela; de los que piden por las calles una moneda, un ósculo de gracia que les redima de la delincuencia. Y nosotros pasamos por su lado insensibles, mirando los anuncios que luminosos guiñan competencias y permitimos que eso siga, que medren las injusticias todas de la tierra. (CRISTINA LACASA, Antología poética)
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