Para informarse
Vimos que el uso de la inteligencia artificial (IA) está presente en la vida cotidiana y sigue ampliando su presencia, muchas veces de forma no evidente. En nuestra vida digitalizada, confiamos habitualmente en los resultados que nos ofrecen las aplicaciones y las búsquedas en internet, muchas veces sin espíritu crítico: asumimos que un corrector ortográfico no comete errores o que un chatbot proporciona información veraz. Sin embargo, la IA carece de cualidades humanas esenciales, como la empatía o la comprensión contextual profunda. Mientras un amigo o amiga puede percibir la ironía o detectar emociones en un mensaje, la IA lo interpreta como un conjunto de patrones basados en datos, sin conciencia real de su significado.
Este contraste nos obliga a reflexionar: si delegamos tareas comunicativas en máquinas, ¿qué límites deberíamos establecer para evitar riesgos? Por ejemplo, ¿es ético que un sistema automatizado redacte mensajes personales imitando nuestras emociones? ¿Puede recomendarnos un tratamiento médico para la depresión a partir de las imágenes que le enviamos? ¿Es asumible que una enorme cantidad de contenido se produzca de forma algorítmica y desplace lo que crean las personas? Examinaremos brevemente los desafíos de la IA en relación con la privacidad, su influencia y su alcance.
Privacidad
Como sabemos, para funcionar, la IA necesita ingentes cantidades de datos. Cada vez que usamos un asistente virtual, publicamos en redes sociales o incluso buscamos un producto en línea, estamos generando información que alimenta estos sistemas. Esta recopilación permite ofrecer servicios personalizados —como recomendaciones de series adaptadas a nuestros gustos—, pero también abre la puerta a riesgos graves: marketing agresivo, vigilancia masiva y control social.
En la actualidad, las capacidades de procesamiento de la IA y la aplicación de técnicas estadísticas permiten crear perfiles muy precisos a partir del historial de navegación, los patrones de compra, las interacciones en redes sociales y las comunicaciones con los servicios de atención al cliente. Los asistentes virtuales y dispositivos inteligentes también recogen datos de voz, información del dispositivo, datos de geolocalización y datos contextuales, aumentando aún más los conjuntos de datos disponibles para la personalización. La fusión de estos datos con otros de terceros, que pueden incluir información demográfica e intereses, permite que las IA especializadas afinen la precisión y granularidad de la personalización.
Además, la IA generativa permite un avance extraordinario en la personalización, ya que crea textos, gráficos y otros contenidos originales adaptados a las preferencias y comportamientos individuales de los usuarios. Esto permite la creación de mensajes publicitarios, descripciones de productos y recomendaciones de contenido altamente personalizadas. Por ejemplo, plataformas como TikTok o Instagram analizan nuestro comportamiento para mostrar publicidad ultra dirigida, influyendo —a veces de forma imperceptible— en nuestras decisiones.
Las tecnologías de vigilancia impulsadas por la IA, como el reconocimiento facial, el análisis de video o la identificación biométrica, permiten la monitorización a gran escala de personas en espacios públicos y privados. Ejemplos como el uso de la IA en China para la seguridad pública o la implementación del reconocimiento facial en directo en ciudades como Londres ilustran el crecimiento de la vigilancia sustentada por la IA.
La profundidad y precisión en la creación de perfiles puede derivar en la pérdida del anonimato y en el riesgo de resultados discriminatorios basados en características inferidas. Ejemplos como el uso de publicaciones en redes sociales para analizar el comportamiento al volante con el fin de establecer primas de seguros, la selección de currículos o el empleo de la IA en tratamientos médicos para predecir la salud de las personas ilustran las amplias aplicaciones y consecuencias de la creación de perfiles. Asimismo, estos sistemas pueden ser empleados por autoridades no democráticas para la persecución de disidencias políticas, actividades sindicales o cualquier conducta considerada opositora.
Manipulación y falsificación
La IA desempeña un papel creciente en la propagación de noticias falsas, bulos y teorías de conspiración a gran velocidad y escala. Las herramientas de IA facilitan y abaratan la creación de noticias, imágenes, audios y videos falsos que resultan difíciles de distinguir de la información auténtica. Los algoritmos de redes sociales pueden amplificar la difusión de desinformación al priorizar la interacción y mostrar contenido que, independientemente de su veracidad, resulta atractivo para el usuario. Los chatbots impulsados por IA y los perfiles falsos pueden emplearse para automatizar la difusión de propaganda y participar en campañas coordinadas de desinformación. La IA también se ha empleado para crear imágenes falsas de figuras o eventos políticos, así como videos deepfake diseñados para manipular la opinión pública. Hoy en día, los deepfakes —videos falsos hiperrealistas— pueden destruir reputaciones o difundir información falsa.
Los algoritmos de recomendación utilizados por la IA pueden contribuir a la creación de cámaras de eco y a la polarización de opiniones. Estos algoritmos, presentes en redes sociales y plataformas de contenidos audiovisuales, están diseñados para mostrar contenido similar al que la persona ya consumió. Aunque esto busca mejorar la experiencia del usuario, puede limitar la exposición a puntos de vista diversos. Las cámaras de eco son espacios digitales donde las personas están expuestas principalmente a información que confirma sus creencias, mientras que las opiniones discrepantes quedan excluidas. Esto puede conducir a una mayor polarización, ya que los individuos dentro de la cámara de eco afianzan sus posiciones y se muestran menos tolerantes con perspectivas contrarias.
Invasión algorítmica
Probablemente habéis notado que, al navegar o consultar vuestras redes sociales, aparecen artículos, imágenes e incluso videos creados por ordenadores gracias a las IA generativas. A este fenómeno lo llamamos "invasión algorítmica". Es como si de repente la biblioteca de un centro se llenase de contenido generado automáticamente hasta desplazar los libros habituales.
Con este concepto nos referimos a la producción masiva de contenidos —textos, imágenes, música, video— generados por sistemas de IA que se difunden ampliamente por internet. Este fenómeno se diferencia del contenido "asistido por IA", donde las personas creadoras utilizan herramientas de inteligencia artificial para editar, mejorar o completar su trabajo. Junto a este término también aparece el anglicismo AI slop, que se emplea para describir contenido de baja calidad y no deseado generado por IA, lo cual subraya una de las preocupaciones de esta invasión algorítmica. Hay estudios que predicen que en el año 2025 el 90% del contenido online podría ser creado por IA, y anticipan que en los próximos años la mayor parte del contenido de internet será sintético.
Un ejemplo claro de esto lo vemos en Amazon. La facilidad de creación y publicación a través de su plataforma Kindle Direct Publishing provocó la aparición de numerosos libros de baja calidad, incluso algunos que intentan imitar o suplantar autores.
Esta "invasión" tiene consecuencias importantes. Si hay demasiada información generada por IA de forma masiva, la calidad general del contenido en internet puede verse afectada negativamente. Asimismo, existe una amenaza directa para el empleo, ya que ninguna persona puede competir con la velocidad y escala de producción de contenido por IA, lo que genera preocupaciones sobre el futuro laboral en campos como el diseño, la música o cualquier ámbito creativo.
Lectura facilitada
A intelixencia artificial (IA) está cada vez máis presente no noso día a día. Usámola cando escribimos un mensaxe, buscamos en Internet ou vemos redes sociais. Pero non sempre pensamos críticamente nos seus resultados: confiamos en que o corrector non ten erros ou que un chatbot di a verdade. Porén, a IA non ten sentimentos nin empatía como as persoas. Por exemplo, non entende a ironía ou as emocións nunha mensaxe; só segue regras baseadas en datos.
Privacidade: A IA precisa moitos datos para funcionar. Cando usas o móbil, publicas en redes ou buscas algo en Internet, xeras información que a IA recolle. Isto serve para darte servizos personalizados (como recomendarche series), pero tamén ten riscos: - Publicidade molesta. - Vixilancia (como cámaras que recoñecen caras en rúas ou centros comerciais). - Perda de privacidade: poden saber onde estás, que compras ou incluso predicir a túa saúde.
Manipulación: A IA pode crear noticias falsas, imaxes ou vídeos moi realistas (chamados deepfakes). Estas mentiras espállanse rápido en redes sociais e inflúen nas nosas decisións. Ademais, os algoritmos móstrannos contido que xa nos gusta, creando “burbullas” onde só vemos ideas parecidas ás nosas. Isto fai que as persoas estean máis divididas.
Contido creado por IA: Hoxe, moitos textos, imaxes ou vídeos en Internet están feitos por IA. Por exemplo, en Amazon hai libros de baixa calidade escritos por máquinas. Se isto segue así, no futuro case todo o contido en liña podería ser artificial. Isto ten problemas: - A información é menos variada e de peor calidade. - As persoas que traballan en deseño, música ou escritura poden ter dificultades para competir coa IA.
Reflexión final: A IA é útil, pero debemos pensar nos seus límites. ¿É correcto que unha máquina imite as nosas emocións? ¿Ou que decida quen merece un emprego? Debemos controlar o seu uso para evitar riscos e protexer os dereitos das persoas.