3.3.3 La espada y la rosa
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1. El monasterio abandonado
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Vuelan en remolinos las últimas hojas del otoño. Tiemblan cimbreándose hasta rozar el suelo con su copa los álamos y los cipreses. A veces uno se desgaja con un gemido casi humano, pero más fuerte, más intenso; tal un gigante que gimiera. Entran ráfagas heladas por la puerta, por la chimenea, esparciendo las llamas. Es atroz este silbido que llega hasta los huesos. Cuando ya todo está oscuro, las llamas agitadas pintan las paredes con figuras siniestras. Temblando de frío y miedo me acurruco junto al hermano Martín. Es entonces cuando el hermano me narra antiguas historias, historias de monjes que vendieron su alma al maligno, de leprosos que ponen sordina a su campanilla para sorprender al viajero, de partidas de soldados que incendian y asolan la campiña, de campesinos hambrientos que acechan a los niños a quienes asesinan y luego devoran para combatir su hambruna, de siervos fugitivos que viven entre las bestias salvajes en lo profundo del bosque. Silba el viento, se agitan bajo su soplo las llamas del hogar que llenan en su danzar de inquietantes figuras las paredes y yo, tembloroso y asustado, me acurruco junto al hermano que narra antiguas historias. De pronto el monje cesa en su parla.
—Escucha —dice— , escucha el silencio. El viento ha dejado de soplar. Ahora está nevando.
Sí. Ha comenzado a nevar. Me esfuerzo en ver, a través de la tabla rota en la parte superior de la puerta de roble que el hermano atranca con un grueso leño, los copos blancos que caen mansamente sobre el huerto, pero mis ojos no pueden taladrar la oscuridad.
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Martínez Menchén, Antonio, La espada y la rosa, Alfaguara, Madrid, 1996
Actividades propostas
Actividades propuestas
S.31. Lea el texto y conteste a las siguientes cuestiones:
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Reescriba el siguiente fragmento extraído del texto poniendo en singular los sustantivos y adjetivos que estén en plural, y viceversa. Ponga atención, ya que para que el texto conserve el sentido deberá también cambiar el número de los verbos y demás clases de palabras.
Vuelan en remolinos las últimas hojas del otoño. Tiemblan cimbreándose hasta rozar el suelo con su copa los álamos y los cipreses. A veces uno se desgaja con un gemido casi humano, pero más fuerte, más intenso; tal un gigante que gimiera. Entran ráfagas heladas por la puerta, por la chimenea, esparciendo las llamas. Es atroz este silbido que llega hasta los huesos. Cuando ya todo está oscuro, las llamas agitadas pintan las paredes con figuras siniestras.
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Reescriba el siguiente fragmento extraído del texto poniendo en femenino los sustantivos y adjetivos que estén en masculino, y viceversa. Ponga atención, ya que para que el texto conserve el sentido deberá también cambiar el género de otras clases de palabras.
Es entonces cuando el hermano me narra antiguas historias, historias de monjes que vendieron su alma al maligno, de leprosos que ponen sordina a su campanilla para sorprender al viajero, de partidas de soldados que incendian y asolan la campiña, de campesinos hambrientos que acechan a los niños a quienes asesinan y luego devoran para combatir su hambruna.
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Escriba el femenino de las siguientes palabras extraídas del texto (puede ayudarse del diccionario):
siervos, tembloroso, hermano, monje, huerto, blancos.
Escriba el plural de las siguientes palabras extraídas del texto (puede ayudarse del diccionario):
bosque, viento, hogar, yo, monje, si.
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