Uxía y su equipo, inmersos en los relatos del viejo cuaderno de don Xulián, descubrieron en sus páginas una fascinante descripción del faro de Fisterra. Este emblemático guardián del Atlántico, se alzaba en el punto más occidental de la península, desafiando tormentas y guiando a navegantes.

Bocetos casi ilegibles del faro estaban acompañados de descripciones reveladoras:

“La torre con forma de prisma” leyeron en voz alta, “permite resistir mejor los fuertes vientos y temporales del Atlántico. Su tejado, con forma de semiesfera, permiten evacuar eficazmente el agua de lluvia.” Pero eso no era todo. El texto continuaba: “Un cilindro estratégico no solo alberga la lámpara del faro, sino que amplifica su haz mediante la reflexión y la refracción permitiendo que alcance las aguas más lejanas”.

Rápidamente comprendieron que cada figura geométrica tenía un propósito específico, equilibrando funcionalidad y belleza. No bastaba con construir un modelo de faro sin más. Era necesario calcular áreas y volúmenes que capturaran la esencia del diseño.

—¡Impresionante! —exclamó Uxía— ¡Tenemos mucho trabajo! ¡Pongámonos a ello!