Además de los tópicos clásicos, existen otros motivos relacionados con el paso del tiempo, como la nostalgia, que mira al pasado, y la búsqueda de la inmortalidad, que mira al futuro.
La nostalgia
La nostalgia es un tema literario utilizado para reflexionar sobre, por ejemplo, la evolución personal o cultural. Con la evolución se ganan muchas cosas (aventuras, amistades, avances científicos y tecnológicos...), pero también se pierden otras, que son las experiencias, personas y objetos que pertenecen al pasado. La nostalgia remite a la añoranza de este pasado y, en la literatura, se manifiesta normalmente mediante la descripción de lugares y eventos pasados, la evocación de momentos de la infancia o la reflexión sobre el carácter efímero de la vida.
Las memorias
La nostalgia puede formar parte de obras literarias de distinto tipo. Entre ellas, encontramos un género basado en el recuerdo y retrato de experiencias pasadas: las memorias. Las memorias son un tipo de relato que se centra en rememorar el pasado de una persona. Es muy similar al género de la autobiografía, incluso podríamos considerarlos términos sinónimos; sin embargo, las memorias se suelen centrar en algunas de las vivencias de una persona (por ejemplo, durante los años de la infancia o durante los años de juventud), mientras que la autobiografía trata de abarcar toda la vida.
Las memorias, además, son un género especial, pues su contenido puede ser factual o ficcional, es decir, el autor o la autora puede contar su vida real o, en cambio, puede inventarse a un narrador-personaje que cuente sus aventuras, pertenecientes al mundo de la ficción.
Existen grandes ejemplos de obras de ficción escritas como si de memorias se tratasen: el Lazarillo de Tormes (1554), de carácter anónimo, cuenta una serie de aventuras del narrador cuando era niño; Memorias dun neno labrego (1961), de Xosé Neira Vilas, es una de las obras más leídas en lengua gallega y recoge los recuerdos de su narrador, Balbino, un niño de aldea; o Jane Eyre (1847), de Charlotte Brontë, novela que juega con el género de la autobiografía y cuenta buena parte de la vida de su narradora llenando las páginas de reflexiones e intensas emociones.
Las características de este subgénero son las siguientes.
- Pertenece al género narrativo y sigue todas sus características
- El narrador es también un personaje que participa activamente en la acción, ya se como protagonista o, en algunas ocasiones, como testigo directo de los eventos narrados
- La narración tiene un carácter subjetivo, pues se realiza desde el punto de vista de la voz narradora, quien comparte sus impresiones y sus emociones
- Habitualmente explora el crecimiento personal del protagonista, puesto que el relato lo acompaña durante varios años de su vida
- Busca una conexión emocional con los lectores, haciéndolos partícipes de sus vivencias más íntimas, de sus miedos y alegrías
- En muchos casos, las memorias sirven como retrato político y social de una época, incluso como crítica
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La búsqueda de la inmortalidad
La fórmula de la inmortalidad o de la eterna juventud se ha buscado en fuentes y elixires mágicos, primero, o en avances científicos y tecnológicos, después. Somos incapaces de parar el paso del tiempo y sus efectos en nuestros cuerpos, pero nuestras narrativas están llenas de este deseo. Podemos comprobarlo con leyendas y mitos, como la del río Estigia o la del elixir de la vida eterna, pero también en novelas recientes que desafían el constante fluir del tiempo.
Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), de Mary Shelley
Victor Frankenstein, el protagonista de la novela, desea controlar el tiempo y vencer a la muerte. Así, decide crear un ser a partir de partes de cadáveres y le da la vida gracias a la ciencia. Asustado de su propia creación, Victor abandona a la criatura y se desentiende de su responsabilidad para con ella. La criatura vive en sus carnes el abandono por parte de su creador, el rechazo social y, por lo tanto, la soledad en la que se ve sumida. Esta novela pone el foco sobre el poder de la ciencia —a comienzos del siglo XIX, estaba viviendo una serie de cambios ilusionantes para la sociedad— y también sobre la responsabilidad que trae consigo cada avance.
El retrato de Dorian Gray (1890), de Oscar Wilde
Dorian es un apuesto joven que posa como modelo para el pintor Basil Hallward. Mientras posa para su bello retrato, conoce a Lord Henry Wotton, un amigo del pintor, con el que se introduce en un mundo hedonista, lleno de placeres y sin preocupaciones. Dorian desea que, en lugar de su cuerpo, sea el cuadro el que muestre los efectos del tiempo (y de sus excesos libertinos). A partir de ese momento, Dorian se entrega a una vida hedonista, mientras que el retrato refleja la corrupción y el deterioro de su alma. En esta obra se contrapone la belleza exterior y la virtud interior y se realiza una crítica a la vanidad y la hipocresía de la sociedad de la época.
Peter y Wendy (1911), J. M. Barrie
Este clásico infantil y adulto tiene como tema central el abandono de la edad infantil. La obra gira alrededor de Wendy, una niña que está a las puertas de la adolescencia, y Peter Pan, un niño que habita en el mundo de la fantasía infantil, conocido como el País de Nunca Jamás. Peter está atrapado entre el fin de la etapa infantil y el comienzo de la adolescencia y se resiste a crecer, hasta el punto de que odia a los adultos, es decir, a todos los niños que crecen. La novela ofrece un interesante contrapunto entre una Wendy que se está iniciando en los roles sociales que, en su época, se esperaba que cumpliera (cuidado de la casa, maternidad, etc.) y Peter, un niño que vive de aventura en aventura. Otros temas secundarios interesantes en la novela son la amenaza constante de la muerte (de manera literal y metafórica) y la presencia de un resquicio de mundo de fantasía, es decir, un lado infantil en todas las madres.