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8.9 La música
En los primeros años del cine sonoro, allá por la década
de los años treinta, se establecieron muchas de las normas estilísticas
que iban a fundamentar el uso del sonido en el séptimo arte: por
un lado se trata de no olvidar nunca que el sonido está al servicio
del desarrollo narrativo de las historias (de igual manera que ocurre
en las conversaciones telefónicas, en el cine hay que favorecer
la inteligibilidad de lo que se oye frente a la fidelidad de la reproducción
de la fuente sonora; piénsese lo falso que resulta
el sonido que se escucha en películas que describen ambientes en
bares de copas o conciertos musicales); y por otro se busca que el sonido
guíe nuestra mirada adelantándose a algunas de las cosas
que van a aparecer (después de muchas décadas de experiencia
como espectadores, los públicos conocen las músicas del
cine de terror, melodramáticas y de otros muchos géneros).
Además de los diálogos de los personajes, en el cine la
banda sonora recoge los efectos sonoros y la música.
Los efectos sonoros, generalmente, se realizan a posteriori en laboratorio
bien por motivos de verosimilitud o bien por resultar perturbadores al
sonido directo. No debe olvidarse que los sonidos de algunos objetos de
la vida real no suenan cinematográficos (disparos, rotura de un
huevo), no existen (espadas láser) o no tienen la calidad requerida
en el momento de rodarse. En suma, que cualquier sonido que pueda perturbar
la inteligibilidad de los diálogos es relegado a los denominados
efectos sala. Aquí se recrean, utilizándose los medios más
insospechados (motores de lavadora funcionando al revés, cajones
de arena removidos con la mano, chapas metálicas agitadas para
vibrar), para otorgar a la imagen el complemento que convierte al cine
en una experiencia sensorial completa y que provoquen reacciones en el
espectador, tanto a nivel físico (explosiones, motores, armaduras
chocando...) como emocional (voces de ultratumba, chirridos de bisagras...).
La música de cine se suele presentar de dos formas diegéticamente,
emanada del propio desarrollo de la películas o extradiegeticamente,
que suena al margen de las imágenes que vemos.
La música diegética aparece en el guión creándose
desde la preparación de la producción. Aparece en una escena
como parte de la misma: una radio que suena, un concierto al que asisten
los protagonistas... Cumple una función de ambiente y sirve en
ocasiones para identificar determinados espacios, permitiendo al director
una economía visual que los identifique. Por ejemplo: el primer
plano de un personaje con esmoquin sentado en una butaca oyendo un aria
nos lo sitúa en la ópera sin necesidad de más planos.
La música extradiegética es de presencia arbitraria y suele
aparecer en la post producción. La música como tal se convierte
en narrador o intérprete del discurso visual. Viene impuesta por
el compositor y por la subjetividad del mismo; su presencia o ausencia
se debe a las necesidades del discurso, da verdadera unidad al film y
no revela la procedencia como fuente sonora integrándose como un
elemento más de la narración. Imposible no recordar como
un todo los trabajos sonoros de Ennio Morricone para Sergio Leone o los
de Bernard Hermann para Alfred Hitchcock.
La música puede ser original, compuesta expresamente para el film,
o no original, temas existentes con anterioridad a la existencia de la
película. La música original siempre tiene forma extradiegética,
mientras que la música preexistente puede asumir también
la forma diegética. Pueden ser piezas que pertenecen a la época
en que se sitúa la acción, como la música de Mozart
en Amadeus (1984) temas étnicos o populares de la cultura en la
que se ambienta el film, como la tarantella que suena en Sicilia en El
Padrino III (1990); define los gustos musicales de los personajes con
la consiguiente identificación de su edad, carácter, o estado
de ánimo, pero resulta mucho más caro, por el precio de
los derechos, que encargarla expresamente a un compositor .
La música forma parte de la banda sonora de una película
y no es banda sonora en sí misma aunque la comercialización
de la misma en disco o cassette se haga bajo esta denominación.
Desde hace unos años se produce un fenómeno de marketing
que pretende explotar las ganancias de ambos mercados, el cinematográfico
y el musical. Para ello se incluyen, en cada vez más películas,
una serie de temas de grupos noveles y temas nuevos de grupos consagrados
en la banda sonora de un film para su promoción, aunque en numerosos
casos apenas suenan unos segundos en pantalla.
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