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dimensiones del lenguaje audiovisual
8.10 Las otras dimensiones del lenguaje audiovisual
Pier Paolo Pasolini, uno de los cineastas más reconocidos de las
últimas décadas, afirmó en una ocasión que
decir cine americano es una redundancia: todo el cine es americano.
Como se entenderá, la afirmación no se refiere tanto a la
capacidad de la industria estadounidense, sino al sistema formal de hacer
películas, diseñado en buen parte en Hollywood. Y es justamente
ahí donde la frase adquiere sentido: prácticamente todo
el cine del mundo se hace de la misma manera y posee similares características
de lenguaje.
Indudablemente el cine de ficción comprende la parte industrial
y comercial del medio. El cine de ficción es la aplicación
de la representación audiovisual de una realidad amañada
por la imaginación y dirigida al plano emocional. Basándose
en una narrativa causal y omniscente estructurada en términos de
comienzo (el inicial estado de equilibrio), trama que produce una transformación
(ruptura del equilibrio) y final (restauración del equilibrio),
las más de las veces con el desarrollo de un amor heterosexual.
A partir de los años veinte surgieron creadores con inquietudes
mayores que han conformado una división en ocasiones poco clara
entre ficción de consumo masivo (cuyo modelo paradigmático
es el cine de entretenimiento de Estados Unidos) y ficción de autor
que, por diversos motivos suele tener una exhibición restringida
(representado por autores europeos cuya prioridad es la expresión
estética y, en cierto sentido, el reconocimiento cultural).
Buena parte del cine de ficción se articula a partir del concepto
de género, una noción que, aunque en muchas ocasiones resulte
intangible, establece unas normas muy claras de gramática y de
lenguaje.
Pero la propia historia del cine está llena de prácticas
fílmicas que rechazan la narración causal como sistema formal
que gobierna las decisiones creativas.
El documental es el ejemplo más conocido de películas no
ficcionales. Dando por sentado que la misma selección de un punto
de vista, tratado con una óptica, manipulado en su cromaticidad,
color y definición, componen la mínima alteración
que siempre sufrirá el proceso de captación de imágenes,
podemos asumir que el tratamiento documental puede ser el más fidedigno
para la representación de la realidad. Casi al mismo tiempo que
se progresaba en la gramática del medio, un grupo de inquietos
con espíritu de periodistas y de antropólogos, decidían
utilizar la imagen secuencial en movimiento para ofrecerle al mundo una
representación de sí mismo. Rodar los acontecimientos tanto
políticos, sociales, culturales como naturales del orbe para ponerlos
ante los ojos de la humanidad, para mostrarles en un área bidimensional
aquello de lo que sólo habían oído hablar o de lo
que jamás se habían planteado su existencia. El cine se
descubría como el invento que podía mostrar hasta el lugar
más recóndito tanto los conflictos sociales y políticos
cuanto las maravillas más insospechadas.
En la actualidad los teóricos del cine documental diferencian cuatro
modalidades documentales de representación: modalidad expositiva
(en la que se usa una voz que comenta las imágenes y guía
la lectura), modalidad de observación (en la que la acción
se desarrolla sin muchas manipulaciones como si fuera un fragmento de
vida), modalidad interactiva (en la que el cineasta posee una presencia
muy llamativa) y modalidad de representación reflexiva (en la que
no se oculta en ningún momento las formas en que el documental
ha sido rodado).
El cine de vanguardia, desde el surrealismo a la abstracción, es
otra de las dimensiones que posee el cine no narrativo. El territorio
es bastante amplio y recoge tanto los trabajos que pretenden experimental
con el lenguaje en aras a su posterior inclusión en la industria
(por ejemplo, en buena parte las películas surrealistas de Buñuel),
como películas exclusivamente interesadas en la experimentación
con las formas y en ocasiones cercanas a planteamientos cercanos al mundo
del arte (por ejemplo las películas realizadas por Andy Warhol).
En el último extremo del cine de vanguardia nos encontramos al
cine abstracto, intento de búsqueda de los aspectos pictóricos
de la imagen para definir la esencia del ritmo de un cine más cercano
a la música y a la pintura y alejado de la literatura y del teatro.
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