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Comunicación escrita: del blog a la newsletter

El blog

Bloguero

El blog: de diario personal a herramienta para cambiar el mundo.

Los blogs surgieron a finales de los años 90 como diarios personales online. ¿La idea? Poder tener un diario íntimo, pero accesible a todo el mundo. Escribir sobre lo personal, pero haciéndolo público. Un lugar en donde expresar los pensamientos, experiencias y opiniones... y, también aceptar (o no) comentarios. 

Con el tiempo, los blogs se diversificaron, abarcando una amplia gama de temas. Ya no era solo lo íntimo. Ahora también había blogs especializados: desde viajes y gastronomía hasta tecnología y política. En los días del internet más "primitivo", se convirtieron en herramientas poderosas para compartir conocimientos e ideas, y crearon comunidades en torno a intereses comunes y ofreciendo a las personas una voz más allá de los medios tradicionales.

Sobran los ejemplos para hablar de su influencia en la etapa de los 2000 a los 2010: en los Estados Unidos varios senadores tuvieron que renunciar a su cargo por comentarios inapropiados a raíz de una investigación llevada a cabo en un blog; mientras que en Rusia fue célebre el caso de Alexei Navalny, que destapó varios casos de corrupción en su espacio personal. La relevancia de los blogs fue tal que entre 2009 y 2012 se creó una categoría especial de bloguística en los Premio Orwell (premios dedicados a la escritura sobre política en periodismo).

La newsletter personal

Nuevas formas de escribir: las newsletter personales.

Como pasa con todo, el formato blog ha evolucionado en distintas direcciones. Una de ellas es la newsletter (o "boletín informativo"). Las newsletters son originalmente un formato propio del periodismo y el marketing. Se trata de publicaciones distribuidas regularmente que parten de una empresa u organización que la envía a sus miembros o clientes y contienen un tema de interés para sus destinatarios.

Pero para muchos de los usuarios que las reciben, la mayoría de newsletter que reciben son bastante molestas, puesto que acaban siendo promociones de tipo comercial. Por ello, ha surgido una variante de este formato: la newsletter personal.

La newsletter personal tiene un tono diferente: es como un pequeño ensayo íntimo, enviado por una persona real y no por una empresa. Lo que tradicionalmente había servido a empresas ahora están escritas en un formato personal, pensadas para recibir en nuestro email pequeños textos de reflexión personal, escritos porque gente que no pretenden vender nada. Solo quieren compartir lo que piensan y sienten.

Este formato está pensado, por ejemplo, para que la gente a la que quieres sepa más de ti. A lo mejor porque simplemente te apetece contarles cómo te sientes o qué hay de nuevo en tu vida. Porque te ha pasado algo importante, quieres que la gente lo sepa y te parece demasiado decírselo uno a uno. O porque están lejos, llevas mucho tiempo sin ver a esas personas y simplemente te apetece mantener el contacto. Hay mil razones para escribir una newsletter personal y todas ellas son buenas.

Dos ejemplos de newsletter interesantes en castellano

En castellano existen cientos de newsletter interesantes. Aquí te dejamos dos textos de dos de las más conocidas.

El primero es el de Alexandra Lores, 💖 Love & Rockets 🚀. Aquí solamente reproducimos su texto, pero si quieres ver la entrada original (con imágenes y vídeos), clica en este enlace.

Letizia, o la trampa de creernos chicas duras (de pelar)

Vol. 70 Poco importa que nos hagamos las fuertes; siempre tendremos las de perder. Let's face it, girls!

Saluda como un hombre; camina con tacones altísimos y sin medias, a pesar de su metatarsalgia crónica y del frío que hace en invierno en el pazo de Fonseca; sabe qué decir en cada momento; mide los afectos y las bromas; se ha convertido en la mayor influencer de este país llamado España; tiene clase; en la intimidad disfruta con el cine de Carlos Vermut y se cuela en los conciertos de Los Planetas. Se levanta al alba para hacer tríceps; ignoró durante años las ofensas clasistas de Palacio, e hizo caso omiso cuando paseando por aquellas estancias se atrevió a preguntar dónde estaba el servicio y le contestaron “el cuarto de baño a la derecha, el servicio a la izquierda”. Y entre tanto se las ingenió para conquistar al heredero de la corona, al príncipe alto y esbelto; muy pronto convertido en rey. Gracias a ella, decían, la realeza se había modernizado; gracias a ella, decían, sus hijas serían herederas cultas y modernas; alejadas, por cierto, de los aires macarras de Levi’s y plumas de Pedro Gómez de sus primos con los que nunca se las ve.

Pero el cuento de hadas nunca tiene un final feliz. Los happy endings no son para las chicas feministas. Tampoco en las películas de Disney: el carruaje se convierte en calabaza y el vestido de princesa de nuevo en un traje de jirones que bien podría haber firmado Pepa Salazar. Pero chao choker y chao tiara; al menos, por unos momentos. ¿Y quién no quiere darle de vez en cuando un poquito al kinderwhore?

Y resulta que ahora los mentideros aseguran que hay problemas en Palacio. Que ha habido portazos, gritos y días sin hablarse entre los reyes por el futuro de su hija, la princesa Leonor, que ya ha empezado su formación militar. Parece que Letizia hubiese preferido que la joven hubiese ido primero a la universidad, pero Felipe poco dado a levantar la voz, según Pilar Eyre, se puso serio. Y Letizia tuvo “que apretar los puños y ceder porque veía, no solo en peligro a la monarquía, sino su propio matrimonio”.

Para colmo, existe un acuerdo prematrimonial que dicta que, si los reyes se divorcian, las adolescentes se quedan con su padre. O lo que es lo mismo, todo ese supuesto poder de Letizia es pura fantasía; incluso marketing que beneficia a todas las partes. Todas nos sentimos mejor si pensamos que es ella la que manda; que existen mujeres que haciéndose “los tíos” dominan el cotarro. Que hay salida. Como esa leyenda urbana que asegura que algunos lugares recónditos del mundo se rigen por el matriarcado.

Yo, personalmente, siempre me he pertrechado de vulnerabilidad y sensibilidad, renunciando a jugar un partido con claras secuelas que además estamos condenadas a perder. Nunca he querido ser dura, ni fuerte, y mucho menos poderosa. Pero no soy perfecta y, a veces, quizás por pura supervivencia, he pensado que podría salir ganando o, al menos, no salir perdiendo. Pero como decía más arriba, no hay happy endings para las feministas, por muchas camisetas con proclamas que se impriman o puños en alto que se reproduzcan. Las mujeres tenemos siempre las de perder. Es una verdad incómoda, pero luminosa.

Lo que nunca nos podrán quitar es nuestra valentía y las ganas de vivir sin miedo y sin pedir disculpas. Y eso es quizás más poderoso que el propio poder (masculino).

El segundo, es un texto de Ícaro Moyano Díaz, cuya newsletter Ven De Paseo se ha convertido en una referencia en este mundillo en castellano. Igual que con el anterior, si quieres ver la entrada en su formato original, clica aquí.

Lo que me sale mal, lo que no se me da bien

En el salón tengo un cuenco enorme en el que voy tirando (enrolladas) todas las vendas de boxeo que he ido usando a lo largo de los últimos años. Hay muchos pares, casi todos negros y con el velcro ya desdentado. Siempre traigo de NYC unas nuevas que compro en una tienda de boxeadores por mi barrio, pero no lo he hecho este viaje.

En el sótano tengo además un par de guantes inmaculados que debería de estrenar este mes, los que llevo ahora a la sala están exhaustos como el colchón de un hotel de carretera. Los últimos guantes viejos que yo he ido retirando de la circulación los aprovecha mi entrenador para los chavales de una escuela de boxeo.

Así, a ojo, calculo que llevo yendo a entrenar boxeo casi una década. Durante muchos años fui un peso pesado en la horquilla alta de la báscula con mis 100 rotundísimos kilos y ahora me subo al ring algunas categorías por debajo, entre un superligero y un welter.

Y no se me da bien. Voy cada día a la sala, me vendo las manos, salto a la comba, me ciño los guantes, me unto la cara con vaselina para evitar marcas, repaso las esquivas y los golpes y unos asaltos después me quito el casco siempre con la misma certeza: boxear no se me da bien. 

Entreno con método, tengo pegada y soy rápido, me sé los movimientos y las combinaciones y daría el pego a ojos de casi cualquier mirón desinformado. Pero yo sé que no se me da bien. En el ring soy un tipo obtuso que resuelve el paso de los minutos desde el alarde de mi resistencia física pero nunca desde la técnica, los recursos o la violencia adiestrada. 

Y siempre que me quito el casco mascullo mi frustración con el bucal todavía puesto, repaso mis errores, intento recordar mis malas decisiones y calculo la hora a la que volveré mañana. Porque no se me da bien, pero no voy a dejarlo. 

Porque he decidido perseverar hasta que mejore. Llevo casi 10 años y dos cuerpos completamente distintos para este deporte y algún día aprenderé a boxear.  No va a ser pronto, pero mañana voy a volver a intentarlo.

De las cosas que hago de forma rutinaria, boxear es la que peor se me da. De largo. La repetición, la insistencia, la paciencia y la instrucción casi marcial me han ido puliendo en otro montón disciplinas, pero encima del ring sigo siendo el mismo zoquete. 

Antes fui un zoquete que avanzaba entre las cuerdas como un hipopótamo amenazante y ahora soy una especie de liebre desordenada y veloz. Pero no se me da bien. Se me da igual de mal. Asalto tras asalto desde que no tenía pelo en la cabeza, vaya.

¿Y sabes lo que voy a hacer? Volver mañana sin dudarlo. No es cuestión de fe, es respeto y compromiso: boxear me pule el ego, me lo embrida en corto. Me subo al ring a repasar cada vez una lección distinta de la humildad. 

Boxeo precisamente porque no se me da bien. Insisto a diario por lo mismo. Persevero porque la enseñanza está en el ritmo lentísimo del aprendizaje. Es mi escuela particular de la paciencia y la humildad. Entreno como una pantera y peleo como un pingüino. Y así, cada semana, me subo al ring a coger la lupa a ver si detecto alguna mejoría. Casi nunca la hay. No pasa nada, ya la habrá.

9.8km: la carrera hasta Watts se me queda un poco corta, así que tendré que alargar el recorrido para llegar hasta la cantina de Fran y Dani. Cuando conocimos Watts apenas era un despacho de café y marquesas en una calle soleada de La Latina y ahora es un salón luminoso que huele rico a café y desayunos.

Ya sabes que yo siempre ando buscando un desayuno fabuloso y en Watts tienen todos los argumentos para triunfar: tortitas mullidas como almohadas con bacon o mantequilla, burritos de desayuno y café fragante. En la carta pone pancakes, pero son tortitas de las buenas.

Tienen además un tocadiscos que suena al ritmo de las conversaciones que se puede tener un domingo por la mañana. Watts llega a Madrid por la mañana, pero se va a extender hasta la noche. Yo creo que vendré sobre todo cuando el sol acaricie los bancos del comedor.

Si pasas por aquí en fin de semana hay además una bola extra, una sorpresa que tienes que pedir sí o sí: un cachito que sirven tibio y que el más pequeñajo de mi mesa se comió con dedicación y foco. En la familia somos así: nos tomamos el desayuno muy en serio.

¿Cómo conseguir una buena newsletter?

¿Cómo escribir una buena newsletter personal?

Para escribier una buena newsletter personal, sigue estos pasos:

1. Piensa a quién va dirigida.

Puedes dirigir tu newsletter a quien quieras. Separar tu familia y tus amigos. Tus compañeros de clase de tus amigos de verano. Al fin y al cabo, tu newsletter es personal porque es tuya. Puedes enviársela a 100 personas o solo a 3. Limitarla a un público concreto o hacerla más "privado". No importa.

2. Piensa sobre qué escribir.

Hay newsletters sobre mil cosas distintas: algunos destinados a contar cómo le va la vida a su autor, otros que hablan de comida, de series favoritas, de deportes o aficiones que te gustan... Algunos temas sobre los que podrías hablar son viajes, planes de futuro, hobbies, pensamientos recurrentes de los últimos tiempos, series, libros o películas... o simplemente tu día a día y cómo te hace sentir. Qué más da. Lo importante es escribir. Sobre lo que sea. Sobre lo que quieras que sepan de ti.

3. Escríbelo

Ahora es el momento de ponerse "manos a la obra" y escribirlo. Ten algunas cosas en cuenta:

  • Utiliza un tono casual/informal. Utiliza el tono en el que tendrías una conversación. Es conveniente que quien lo reciba sienta algo similar a estar tomando un café contigo. Eso sí: cuida la ortografía y escribe correctamente. No pasa nada por saltarte algunas normas. Pero nadie quiere leer algo inteligible. Mantén siempre un equilibro.

  • Elige el formato que mejor te funcione. Esto puede ser muy diverso, según lo que plantees. Una lista de temas que vas a tratar. Un resumen de lo que te ha pasado este trimestre, mes a mes. 5 fotos que te gusten y contar una historia sobre cada una de ellas. Tres canciones que te apasionen y qué relación tienen contigo. Puede ser lo que quieras... Al fin y al cabo, es tu newsletter.

  • Estructura. Que sea informal no quiere decir que sea caótico. Tiene que haber un inicio, un desarrollo y una despedida. Empieza saludando a las personas que lo vayan a recibir y después entra ya en sustancia. Para despedirte, ¿por qué no pedir que te respondan? Abre la puerta a la interacción. Diles que te encantaría saber lo que piensan. Al final, es lo más gratificante que puede haber con una newsletter.

  • La "primera vez". La primera vez que lo envíes, di por qué lo haces: porque necesitas reflexionar, porque los echas de menos, porque te apetece expresarte en confianza... Da contexto a tus lectores. Es importante.

4. Acompáñalo con fotos, vídeos, citas...

Como has visto en los ejemplos anteriores, las newsletter funcionan muy bien cuando acompañamos texto y elementos multimedia. Y puede ser cualquier cosa: una foto que has sacado de tu desayuno, una canción que te guste... Qué más da, ¡es tuya!

5. Revísalo.

Una vez escrito, no lo envíes sin más. Tan importante como escribirlo es revisarlo. Cosas que tener en cuenta: ortografía, coherencia, estilo y claridad. Sin esos cuatro pilares, tus lectores perderán rápidamente el interés.

Actividad: tu newsletter personal

Newsletter

Como siempre, ahora es tu turno. Vas a crear tu propia newsletter en la plataforma Substack.

¿Qué es Substack?

Substack es una plataforma en línea que permite a los usuarios crear y publicar sus propias newsletters. Se ha convertido en una herramienta popular para escritores y educadores, ofreciendo una forma sencilla y efectiva de compartir información y contenido con un público específico. En Substack, puedes diseñar, escribir y enviar newsletters por correo electrónico a tus suscriptores de manera regular.

¿Qué vamos a hacer?

Sigue las siguientes instrucciones:

Paso 1: Registro en Substack

Accede a la página web de Substack (www.substack.com) y crea una cuenta utilizando tu dirección de correo electrónico.

Sigue las instrucciones en pantalla para configurar tu newsletter, incluyendo el nombre de tu publicación y una breve descripción.

Paso 2: Elegir un tema

Decide sobre qué tema te gustaría escribir. Puede ser algo relacionado con tus intereses personales, un tema escolar o una cuestión actual. O puede ser tus simplemente una manera de desarrollar lo que llevas dentro: tus pensamientos, tus emociones, tus preocupaciones; cómo está tu vida, cómo te sientes hoy.

Paso 3: Escribir la newsletter.

En la plataforma de Substack, selecciona 'New post' para empezar a redactar y desarrolla tu primera entrada. Deberás incluir imágenes, enlaces y otros elementos multimedia para hacer tu newsletter más atractiva.

Paso 4: Revisión y edición

Revisa cuidadosamente tu texto para corregir errores gramaticales o de ortografía antes de enviarlo. Puedes pedir ayuda al profesor o la opinión de un compañero y, una vez consultados, hacer los ajustes necesarios.

Paso 5: Publicación y envío

Una vez que estés satisfecho con tu newsletter, utiliza la función de publicación de Substack para enviarla a tus suscriptores. Puedes compartir el enlace de tu newsletter en las redes sociales o con tus compañeros para aumentar tu audiencia.

Paso 6: ¡Continúa!

Muchas veces, lo más difícil es empezar. Pero lo importante es perserverar: ahora que ya tienes tu newsletter, utilízala de manera regular. Sigue adelante, aunque no sea ya para clase. En poco tiempo tendrás varias entradas y verás con satisfacción que la constancia da sus frutos.

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