En las siguientes páginas vamos a adentrarnos en un mar de azúcar, comestibles y etiquetas nutricionales. ¡Ñammm…! Aprenderemos a cuantificar la cantidad y concentración de azúcar en distintos productos, a identificar diferentes moléculas orgánicas presentes en los alimentos, como los aditivos, a estimar cuántas calorías nos aporta un alimento, y mucho más. Todo este conocimiento lo iremos adquiriendo a través de un proyecto de investigación, que también nos permitirá aprender a interpretar la información nutricional de las etiquetas alimentarias y ganar así concienciación hacia lo que consumimos y poder de decisión.
¡Bienvenido al lado más dulce de la química! No te pierdas el siguiente vídeo, donde te presentamos en 1 minuto todo lo que vas a aprender.
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Competencia comunicativa: reflexión crítica
Vas a leer un texto titulado "Un dulce dilema: el consumo ciego del azúcar". Pincha en el icono del documento a la derecha para abrirlo.
Responde a las siguientes preguntas individualmente, y después pondremos en común nuestras aportaciones.
¿Qué has aprendido al leer este texto? ¿Hay algún aspecto que se mencione que ya conocías?
¿Crees que, tras leer el texto, deberíamos evitar el consumo al completo de cualquier tipo de azúcar? ¿Por qué?
¿Practicas una elección consciente de productos alimentarios en base a la lectura de sus ingredientes?
¿Por qué crees que el título del texto habla de un "consumo ciego"?
¿Alguna vez te has sorprendido al leer la composición nutricional de algún producto? ¿De cuál?
Lectura facilitada
Un dulce dilema: el consumo ciego del azúcar
Al adentrarnos en los pasillos del supermercado nos sumergimos en un océano de etiquetas coloridas y tentadoras promesas de sabor. Ya sea por desconocimiento, o por el ajetreado ritmo de vida que llevamos, lo cierto es que en medio de esta vorágine es fácil pasar por alto aspectos importantes de los productos que elegimos, como es su composición nutricional.
Cuando consumimos alimentos, especialmente aquellos ricos en hidratos de carbono, nuestros cuerpos inician un intrincado proceso de digestión. Los azúcares presentes en estos alimentos se descomponen en moléculas de glucosa, la fuente de energía fundamental para nuestras células. Este metabolismo es esencial para el funcionamiento adecuado de nuestro organismo, pero como en toda ecuación, el equilibrio es fundamental. El exceso de azúcares en nuestra dieta puede acarrear consecuencias perjudiciales para nuestra salud. Más allá de las calorías vacías que se acumulan en forma de grasa, el consumo excesivo de azúcar se ha relacionado con una serie de riesgos para la salud, como son la diabetes, la inflamación crónica, o la aparición de enfermedades cardíacas. Además, el azúcar se asocia con el sobrepeso, la malnutrición y la desnutrición. Estos dos últimos términos, aunque similares, se refieren a conceptos diferentes: se entiende por malnutrición cuando un individuo o individua realiza una ingesta errónea de nutrientes, por ejemplo, por un consumo en exceso de alimentos insanos. En cambio, la desnutrición implica una carencia grave de nutrientes debido a un déficit alimentario.
A la hora de prevenir estos problemas de salud, la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece un límite de consumo máximo de 25 gramos de azúcares libres al día para adultos. Se consideran azúcares libres aquellos añadidos por los fabricantes a los alimentos y bebidas, así como los presentes de forma natural en la miel y zumos de frutas. Estamos tan acostumbrados al artificial sabor dulce de muchos alimentos, que no somos conscientes de lo fácil que es sobrepasar este límite diario. Apenas un par de yogures o un helado, y ya nos encontramos a punto de rebasarlo. Por eso, para seguir la recomendación de la OMS, debemos prestar atención a las etiquetas nutricionales que acompañan a los productos envasados, descartar en base a estas aquellos productos sobrecargados de azúcar y elegir aquellas opciones más saludables.
En particular, la lista de ingredientes presente en estas etiquetas nos permite identificar si contienen azúcares añadidos. Si en dicha lista nos encontramos el término "azúcar", podemos estar seguros de que estamos frente a azúcares no naturalmente presentes en el producto. Además, los ingredientes aparecen ordenados de mayor a menorproporción o presencia en el producto, por lo que sería recomendable evitar aquellos en los que el azúcar figure en las primeras posiciones del listado. Otra información que podemos extraer a leer el etiquetado es la presencia de componentes de relleno, como el almidón, de aditivos, o de alérgenos, destacados en negrita.
Sin embargo, incluso con toda esta información a nuestro alcance, la tarea de elegir alimentos saludables puede resultar desafiante. Para ayudarnos, el sistema de etiquetado nutricional conocido como NutriScore, nos brinda una guía en forma de letras de la A a la E para evaluar la calidad nutricional de un producto, perteneciendo a la categoría A los productos muy saludable y a la E los no saludables. Sin embargo, es importante entender cómo funciona esta clasificación realmente, para no caer en confusiones. Por ejemplo, en los inicios de implantación de este sistema, se calificaba el aceite de oliva virgen extra como E, por tener un alto contenido en grasas, y en cambio se valoraba como B un refresco de cola light, al no tener este ni grasas, ni azúcar ni sal en su composición. ¡Como si fuera más sano consumir cola light frente a aceite de oliva! Para evitar incongruencias, debemos recordar que este sistema puntúa a un determinado producto en comparación con productos similares. Así, por muy pésimos que sean nutricionalmente los alimentos ultra procesados, la bollería industrial o las bebidas alcohólicas, estos pueden recibir una valoración aceptable frente a otros productos parecidos que resulten todavía peores.
Por añadir más bullicio al proceso de elección de un producto, es fácil caer en la trampa del marketing alimentario. Muchos productos se promocionan con etiquetas relucientes que nos sugieren bondades para nuestra salud: "bajo en grasas", "sin azúcares añadidos", "natural". Sin embargo, detrás de estas palabras halagüeñas a menudo se esconde una realidad menos idílica, que puede enmascarar la presencia de ingredientes poco saludables. A veces, tras analizar minuciosamente la etiqueta nutricional, descubrimos que aquel producto aparentemente beneficioso contiene un exceso de aditivos, almidones refinados o incluso azúcares ocultos bajo nombres más complejos. Esta estrategia de marketing puede conducirnos a decisiones erróneas respecto a nuestra alimentación, por lo que debemos aprender a leer más allá de las apariencias.
En última instancia, detenernos a analizar la composición de los productos que compramos, y en particular sopesar cuánto azúcar consumimos, es un acto de autocuidado y responsabilidad hacia nuestra propia salud. Adoptar hábitos de vida conscientes y equilibrados nos permite disfrutar del dulce sabor de la vida sin comprometer nuestro bienestar a largo plazo.
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Actividad de movilización de conocimientos previos
¿Cuánto sabes ya? Esta unidad se va a construir a partir de conocimientos que ya hayas adquirido en cursos anteriores. ¡Vamos a refrescarlos!
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El lado dulce de la química es un recurso digital educativo perteneciente al proyecto Baixo a lupa da ciencia, realizado durante una licencia por formación atribuída por la Consellería de Cultura, Educación e Ordenación Universitaria de la Xunta de Galicia, durante el curso 2024-25, a Laura Sobrado Torres.
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