Cuando Cicerón menciona “lo que dice” el orador u oradora, te darás cuenta de que se está refiriendo al contenido del mensaje, a los argumentos que se usarán en el debate y que deben estar preparados y organizados con anterioridad.

Ya hemos visto cómo organizar textos argumentativos, cómo buscar diferentes tipos de argumentos y cómo prepararnos para atacar y refutar los posibles argumentos del equipo contrario. Así que podemos pasar a la siguiente consideración de la que habla Cicerón.

Será muy importante vencer el miedo escénico y prepararte para hablar utilizando no solo la voz sino todo tu cuerpo.

En un ejercicio anterior has visto que los animales se comunican entre ellos emitiendo diferentes sonidos que, además, pueden variar según la intención comunicativa que tengan. No es lo mismo el ladrido de un perro cuando está enfadado que sus gemidos cuando está triste. Tampoco nosotros hablamos con la misma intensidad y tono de voz si estamos contando algo que nos ha asustado que si queremos llamar la atención de alguna persona.

Ya veis que, cuando hablamos, no solo importan las palabras, sino que también importa cómo las decimos. Esto se denomina comunicación paraverbal e incluye aspectos como: pronunciación, entonación, ritmo, intensidad y volumen.

Un buen orador elige el momento adecuado en el que debe presentar cada uno de sus argumentos. Primero, debería ganarse al público, saber que está atento a su discurso y aprovechar ese momento de atención para explicar sus argumentos e ideas más importantes.

También es importante manejar las pausas, los silencios, lanzar preguntas que dejen al público pensando, mirarle con atención, generando en las personas que escuchan curiosidad y ganas de saber más.