Aprendemos a describir
Ahora presta mucha atención y fíjate en las características lingüísticas que se emplean en los textos descriptivos. Serán imprescindibles para que tu trabajo tenga éxito.
Verbos
Usa los verbos copulativos "ser", "estar" y "parecer". Emplea predominante el presente y el pretérito imperfecto de indicativo.
Jiménez, J. R. (2006), Platero y yo. Cátedra.
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Conectores
Haz un uso adecuado de conectores espaciales ("al fondo, encima, detrás de, a la izquierda...") que ayuden a situar en el espacio el ser u objeto que describes.
En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad.
Tenía una puerta redonda, perfecta como un ojo de buey, pintada de verde, con una manilla de bronce dorada y brillante, justo en el medio. La puerta se abría a un vestíbulo cilíndrico, como un túnel: un túnel muy cómodo, sin humos, con paredes revestidas de madera y suelos enlosados y alfombrados, provisto de sillas barnizadas, y montones y montones de perchas para sombreros y abrigos; el hobbit era aficionado a las visitas. El túnel se extendía serpeando, y penetraba bastante, pero no directamente, en la ladera de la colina —La Colina, como la llamaba toda la gente de muchas millas alrededor—, y muchas puertecitas redondas se abrían en él, primero a un lado y luego al otro. Nada de subir escaleras para el hobbit: dormitorios, cuartos de baño, bodegas, despensas (muchas), armarios (habitaciones enteras dedicadas a ropa), cocinas. Comedores, se encontraban en la misma planta, y en verdad en el mismo pasillo. Las mejores habitaciones estaban todas a la izquierda de la puerta principal, pues eran las únicas que tenían ventanas, ventanas redondas, profundamente excavadas, que miraban al jardín y los prados de más allá, camino del río.
Tolkien, J.R.R. (2002). El hobbit. Minotauro.
Adjetivos
Utiliza de manera abundante adjetivos que expresen cualidades de lo que estés describiendo.
En la descripción objetiva los adjetivos son neutros, es decir, sin sentido valorativo ("energía solar, fuerza eólica..."), mientras que en la descripción subjetiva predominarán los adjetivos valorativos ("sonrisa radiante, agradable brisa...").
Piensa que en la selección de adjetivos no debes ceñirte solo a las cualidades que se perciben por la vista, especialmente a los colores. Una buena descripción es aquella que abarca cuantos más sentidos sea posible. Te pondremos un ejemplo en el que hay referencias a los cincos sentidos.
Allende, I. (2002). La ciudad de las bestias. Montena.
Una vez que se internaron bajo esas gigantescas plantas, el cielo desapareció, se hundieron en un universo vegetal, el tiempo se detuvo y la realidad perdió sus formas conocidas. Entraron a un dédalo de hojas palpitantes, de rocío perfumado de almizcle, de insectos fosforescentes y flores suculentas que goteaban una miel azul y espesa. El aire se tornó pesado como aliento de fiera, había un zumbido constante, las piedras ardían como brasas y la tierra tenía color de sangre.
- Vista: gigantescas plantas, insectos fosforescentes, hojas palpitantes, miel azul
- Oído: zumbido constante
- Tacto: miel espesa, aire pesado
- Gusto: flores suculentas
- Olfato: rocío perfumado
Recursos
Símil
El símil o comparación consiste en expresar la semejanza de un elemento con otro. Suele acompañarse de la partícula como . Es un recurso muy utilizado en cualquier tipo de descripción.
Sierra i Fabra, J. (2005). Las historias perdidas. SM.
Ashmayd tenía los ojos negros como el azabache, las manos nervudas como sarmientos, la barba poblada como un vergel oscuro. Y, sin embargo, parecía un buen hombre.
Metáfora
La metáfora consiste en identificar un elemento con otro por su semejanza. Es muy frecuente en las descripciones literarias. Cuanto más original sea la metáfora más estético puede resultar el resultado.
En el siguiente ejemplo, observamos como la narradora identifica las flores con los cánticos.
O´Brien, E. (2013). Las chicas de campo. Errata Naturae Editores.
Atravesé la maleza del final del terreno que conducía a la cancela de mimbre. Estaba plagado de zarzas, helechos, cañas y cardos que pinchaban como agujas. Ya bajo la broza crecían millones de florecillas silvestres. Unas chispas azules, blancas, violetas... Blancos cánticos que manaban de la tierra. Qué enigmáticas y qué hermosas, ocultas bajo los espinos y los helechos jóvenes.
Personificación
La personificación consiste en atribuir cualidades humanas a lugares, animales o cosas. Suele ser un recurso muy útil en las topografías literarias ya que aportan una humanización a los meros objetos.
Marías, F. (2005). Cielo abajo. Anaya.
Reinaba la oscuridad a medias con el silencio, y el frío de noviembre impregnaba el aire. Yo soplaba con la boca en forma de "o", y de mi boca salía una columna de vaho. El pasillo parecía desvalido y lo estaba. Como Madrid, que pasaba la noche desnuda y con los nervios destrozados por los cañonazos esporádicos, verdaderos caprichos de conquistador sádico; venían a recordarnos que al amanecer empezaría el infierno.
Hipérbole
La hipérbole consiste en la exageración de un rasgo aumentándolo o disminuyéndolo para llamar la atención del lector.
Lee, H. (2015). Matar a un ruiseñor. B.S.A.
Dill era un chico muy curioso. Llevaba unos pantalones cortos azules abrochados a la camisa, tenía el pelo blanco como la nieve y pegado a la cabeza lo mismo que si fuera plumón de pato. Me aventajaba en un año, pero yo era un gigante a su lado. Mientras nos relataba la vieja historia del vampiro, sus ojos azules se iluminaban y se oscurecían; tenía una risa repentina y feliz, y solía tirarse de un mechón que le caía sobre la frente.
Metonimia
La metonimia consiste en mencionar un objeto por otro relacionado por su cercanía o proximidad. A veces es una parte del cuerpo para referirse a una cualidad humana. En las descripciones se utiliza mucho. En este texto se alaba el ojo y el brazo de un personaje para indicar su buena vista y su puntería.
Verne, J. (2018). Veinte mil leguas de viaje submarino. Alfaguara.
Ned Land era un canadiense de una habilidad manual poco común, que no tenía igual en su peligroso oficio. Poseía en grado superlativo las cualidades de la destreza y de la sangre fría, de la audacia y de la astucia. Muy maligna tenía que ser una ballena, singularmente astuto debía ser un cachalote, para que pudiera escapar a su golpe de arpón. Ned Land tenía unos cuarenta años de edad. Era un hombre de elevada estatura -más de seis pies ingleses y de robusta complexión. Tenía un aspecto grave y era poco comunicativo, violento a veces y muy colérico cuando se le contrariaba. Su persona llamaba la atención, y sobre todo el poder de su mirada que daba un singular acento a su fisonomía. Creo que el comandante Farragut había estado bien inspirado al contratar a este hombre que, por su ojo y su brazo, valía por toda la tripulación. No puedo hallarle mejor comparación que la de un potente telescopio que fuese a la vez un cañón.
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad.
Una vez que se internaron bajo esas gigantescas plantas, el cielo desapareció, se hundieron en un universo vegetal, el tiempo se detuvo y la realidad perdió sus formas conocidas. Entraron a un dédalo de hojas palpitantes, de rocío perfumado de almizcle, de insectos fosforescentes y flores suculentas que goteaban una miel azul y espesa. El aire se tornó pesado como aliento de fiera, había un zumbido constante, las piedras ardían como brasas y la tierra tenía color de sangre.
Ashmayd tenía los ojos negros como el azabache, las manos nervudas como sarmientos, la barba poblada como un vergel oscuro. Y, sin embargo, parecía un buen hombre.
Atravesé la maleza del final del terreno que conducía a la cancela de mimbre. Estaba plagado de zarzas, helechos, cañas y cardos que pinchaban como agujas. Ya bajo la broza crecían millones de florecillas silvestres. Unas chispas azules, blancas, violetas... Blancos cánticos que manaban de la tierra. Qué enigmáticas y qué hermosas, ocultas bajo los espinos y los helechos jóvenes.
Reinaba la oscuridad a medias con el silencio, y el frío de noviembre impregnaba el aire. Yo soplaba con la boca en forma de "o", y de mi boca salía una columna de vaho. El pasillo parecía desvalido y lo estaba. Como Madrid, que pasaba la noche desnuda y con los nervios destrozados por los cañonazos esporádicos, verdaderos caprichos de conquistador sádico; venían a recordarnos que al amanecer empezaría el infierno.
Dill era un chico muy curioso. Llevaba unos pantalones cortos azules abrochados a la camisa, tenía el pelo blanco como la nieve y pegado a la cabeza lo mismo que si fuera plumón de pato. Me aventajaba en un año, pero yo era un gigante a su lado. Mientras nos relataba la vieja historia del vampiro, sus ojos azules se iluminaban y se oscurecían; tenía una risa repentina y feliz, y solía tirarse de un mechón que le caía sobre la frente.
Ned Land era un canadiense de una habilidad manual poco común, que no tenía igual en su peligroso oficio. Poseía en grado superlativo las cualidades de la destreza y de la sangre fría, de la audacia y de la astucia. Muy maligna tenía que ser una ballena, singularmente astuto debía ser un cachalote, para que pudiera escapar a su golpe de arpón. Ned Land tenía unos cuarenta años de edad. Era un hombre de elevada estatura -más de seis pies ingleses y de robusta complexión. Tenía un aspecto grave y era poco comunicativo, violento a veces y muy colérico cuando se le contrariaba. Su persona llamaba la atención, y sobre todo el poder de su mirada que daba un singular acento a su fisonomía. Creo que el comandante Farragut había estado bien inspirado al contratar a este hombre que, por su ojo y su brazo, valía por toda la tripulación. No puedo hallarle mejor comparación que la de un potente telescopio que fuese a la vez un cañón. 
En segundo lugar, pensarás una lista de adjetivos que no estén en el texto y que sean adecuados a los casos siguientes.
En la opción A tendrás que completar huecos en unos enunciados con palabras homófonas.
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