¡Nuestro sustento!
Nuestro entorno es la base de nuestra forma de vida. Amar la Naturaleza nos lleva a respetarla y cuidarla. Después de pasar un día en el campo, de disfrutar en la playa, de un paseo por el monte... volvemos a casa con fuerza y entusiasmo. El aire limpio nos oxigena y nos tranquiliza, pasear entre árboles nos relaja, escuchar el canto de los pájaros nos descansa la mente y nos alegra el día.
La inspiración en la Naturaleza para componer creaciones artísticas (literarias, pictóricas o musicales) es un motivo común en todas las sociedades y todas las épocas. La actividad creadora del ser humano se nutre del contacto con el mundo natural.
La Naturaleza es un regalo que no debemos descuidar.
Y, además, es un regalo que hemos heredado y disfrutamos hoy en día, y que debemos comprometernos a proteger para que disfruten las generaciones que vendrán después.
Disfrutar de la Naturaleza es, por tanto, un derecho del ser humano.
Pero también es una obligación su cuidado.
Sin embargo, el ser humano tantas veces ensucia lo que toca, llena de plástico los mares, arranca las plantas, pisotea las setas, mata los animales, contamina el aire, ensucia las aguas... Si no nos comprometernos a cuidarlo, quién velará por el planeta.
Como apunta Peter Wohlleben en La vida secreta de los árboles, una novela gráfica donde nos cuenta de forma muy didáctica y clara su experiencia como técnico forestal preocupado durante muchos años en cuidar de los bosques:
Al igual que nuestras civilizaciones, los bosques en mal estado tardan mucho tiempo en derrumbarse. Pueden durar siglos, pero no son eternos. La arqueología lo demuestra. Mejorar la vida de nuestros bosques secundarios es devolverles su libertad. Depende de nosotros, y de nuestros nietos y sus descendientes después de nosotros, aprender a ser pacientes.
Wohlleben, P. (2024). La vida de los árboles. Lunwerg.
