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1.1 Los orígenes.

La escritura se inventa en Mesopotamia aunque, en una primera fase, es ideográfica. Los primeros documentos escritos que se conservan se atribuyen a los sumerios y son anteriores al 3000 a.C. y, aunque se conoce escritura protoalfabética en torno a los años 1000 o 1300 a.C., habrá que esperar al 800 a.C. para que los griegos separen las vocales de las consonantes y establezcan las bases del alfabeto que utilizas hoy.

Con el alfabeto el hombre aprende a plasmar su creatividad por escrito y se empiezan a escribir los primeros grandes relatos de la historia, muchos de ellos considerados como los antecedentes del reporterismo actual (La Iliada, Homero, siglo IX a. C.) Con los grandes relatos se produce entre los griegos el auge del libro copiado (siglo V a. C.), que era un papiro enrollado. Ptolomeo, que gobernó Egipto, con la ayuda de los grandes intelectuales helénicos, logró reunir la que se dice "la mayor biblioteca del mundo", que fue la gran biblioteca de Alejandría.

Desde el siglo III a. C. en Roma comienzan a imitarse las obras griegas. El tráfico de libros y escritos pasa a obtener tal desarrollo que es en esta época cuando surgen los primeros libreros, se hacen lecturas públicas y se anuncian publicaciones en los pórticos del Foro. En la época de Julio Cesar existían las llamadas Crónica Oficial que son derivaciones del Calendario y las Actas diurna, populi romani, donde participaron Cicerón, Plinio, Tácito, etc., y que recogían el día a día de la Urbe: si había un acusado famoso, las defunciones y los nacimientos, las listas de procesados, y sobre todo el relato de los éxitos bélicos. Además existían los enterados que eran noticias recitadas a cambio de dinero, una forma de divulgación muy aprovechada para la implantación del cristianismo por todo el imperio romano. Posteriormente, las invasiones bárbaras romperán esta estructura de comunicación y la harán cambiar de manos con la invasión de Egipto por los árabes en el 639 d. C.

El uso del papiro y del pergamino pasa a ser casi un monopolio del mundo árabe, de tal forma que el sistema comunicacional de Occidente tuvo que vincularse a la jerarquía cristiana. A la misma hora, domingos y días festivos, la totalidad de la población de Europa celebraba el mismo ritual, el de la misa, que se utilizaba para transmitir todo tipo de mensajes. Cualquier documento escrito quedó reservado al ámbito de los monasterios.

Llegada la Edad Media empieza a florecer el comercio, con él los juglares y los trovadores, y con las rutas de la seda se introduce el papel en Europa a través de España, más o menos en el siglo X (en el Monasterio de Silos se conserva el Misal Toledano que es de papel) Durante los siguientes siglos seguirán proliferando los documentos escritos gracias a las universidades, y en el S. XIV la transmisión de noticias dio otro gran salto, también de la mano de España, con el dominio de las rutas marítimas. El descubrimiento de América (1492) generó una gran necesidad de conocimiento: se recuperó la tradición china de imprimir libros con tablas de madera entintadas, se revitalizó el sistema de correo que habían creado los romanos, con lo que se impone el género epistolar no sólo para comunicar, sino también para la divulgación científica, y comenzaron a circular las hojas volantes. En este ambiente surgió la figura del copista, un oficio determinante para la historia de la prensa.

Ya en el Renacimiento se manejaban cuatro tipos de documentos: las crónicas, narraciones históricas propagandísticas e institucionales muy parecidas a las Actas diurna; las cartas-diario, que realizaban las casas comerciales para comunicar cualquier asunto relacionado con los negocios y terminaron dando información política y militar; los almanaques, muy populares, incluían predicciones astrales, avances del tiempo, consejos... fueron un gran vehículo culturizador de las amplias capas analfabetas de la población; los avvisi, que surgieron en los focos comerciales italianos y que se extendieron por toda Europa con diferentes nombres. Eran unos folios plegados con noticias relacionadas con el tráfico de mercancías, precios y sucesos curiosos. Salían una vez por semana y su precio era una moneda conocida como gazzetta, que al final terminó dándole el nombre. Las gacetas son el mejor ejemplo del "noticierismo manuscrito". Se vendían en las plazas y a través del correo regular. Llegó un momento en el que los copistas no eran capaces de satisfacer la demanda y como el papel ya se había instalado en Europa se investigaba continuamente en sistemas de impresión rápidos. Johann Gensfleich zum Gutenberg fue uno de esos investigadores. Alrededor de 1434 residía en Estrasburgo y trabajaba en su invento perfeccionándolo hasta terminar, en 1456, una Biblia de cuarenta y dos líneas (también llamada la Biblia de Gutenberg) con una imprenta de tipos móviles tan perfeccionada que no se modificó hasta el siglo XVIII