Inicio > Cine > 3 El cine español > 3.8 España: un gran plató

3.8 España: un gran plató

Los vínculos que el cine español ha establecido a lo largo de la historia con otras cinematografías se han establecido por dos vías: las coproducciones y la prestación se servicios para el rodaje de producciones extranjeras en suelo español.

La participación de Atlántida en la película francesa La barraca de los monstruos (1924), de Jacque Catelain, producida por Cinegraphique, la productora de Marcel L’Herbier, significa la necesidad de apertura de mercados que más allá de la simple la importación-exportación de películas. La presencia de numerosos directores extranjeros en la industria cinematográfica española durante el período mudo, refuerza la necesidad de colaboración en proyectos de diversa envergadura. La salida de Raquel Meller a Francia y la de Fortunio Bonanova a Estados Unidos no son sino ejemplos de lo que debe animar a una cinematografía que quiere preservar su identidad y construir un mensaje universal. Los límites del mercado imponen algunas condiciones, lo que saben muchos productores y directores.

A lo largo del siglo XX en España se han rodado numerosas producciones extranjeras en las que muchas veces los profesionales españoles sólo ofrecían servicios, mientras que la propiedad total de la película era del productor extranjero. El porqué de rodar películas en España tiene que ver con el clima, la orografía, la calidad de los profesionales y los bajos costes de mano de obra. Según las épocas, prevalecieron más unos intereses sobre otros pero, en definitiva, cada productor buscó siempre lo mejor para su producción.

Dos son los momentos especialmente llamativos en cuanto a la presencia de directores, técnicos y actores extranjeros en España. El primero se sitúa entre los años 1956 y 1964. Son los años en los que se pasean por España Robert Rossen, Stanley Kramer y King Vidor para rodar, respectivamente, Alejandro Magno (Alexander the Great, 1956), Orgullo y pasión (The Pride and the Passion, 1957) y Salomón y la reina de Saba (Solomon and Sheba, 1959). Los españoles se quedaron sorprendidos al ver pasearse por sus ciudades a Richard Burton, Fredric March, Claire Bloom, Cary Grant, Sofía Loren, Frank Sinatra, Yul Brynner, Gina Lollobrigida y George Sanders.

Mayor revuelo levantó Samuel Bronston, un productor que impulsó la construcción de un imperio cinematográfico para el rodaje de superproducciones adornadas con los grandes rostros de la pantalla hollywoodense. Rey de Reyes (King of Kings, 1960) y 55 días en Pekín (55 Days at Peking, 1963), de Nicholas Ray, El Cid (1961) y La caída del imperio romano (The Full of the Roman Empire, 1964) , de Anthony Mann, y El fabuloso mundo del circo (Circus World, 1964), de Henry Hathaway, arrastraron hacia los alrededores de Madrid a un elevado número de extras y actores de reconocido prestigio, además de profesionales que se encontraron inmersos en un modo de trabajar nuevo para ellos, pero del que supieron extraer todos los conocimientos necesarios para afrontar nuevos retos en sus trayectorias artísticas. Además contemplaron a su lado a actores como Robert Ryan, Charlton Heston, Ava Gardner, David Niven, Sofía Loren, Raf Vallone, Stephen Boyd, James Mason, Alec Guinness y otros muchos. España disponía de un plató internacional y la industria extranjera miraba con buenos ojos estos rodajes.

A partir de 1964 llegaron los westerns europeos, los spaguetti-western, que fluyeron por tierras de Esplugues de Llobregat, en los estudios montados por la productora cinematográfica de Alfonso Balcázar, por los parajes de Almería y, fugazmente, en Hoyo de Manzanares, Colmenar Viejo, en tierras de Navarra, Alicante, Málaga, etc. Fueron momentos que alcanzaron una mayor magnitud cuando se rodaron en Almería Por un puñado de dólares (1964) y La muerte tenía un precio (1965), ambas de Sergio Leone, con Clint Eastwood en el papel principal.

 


55 días en Pekín


El Cid


Fuente fotografías:
García Fernández, Emilio C. Historia ilustrada del cine español. Madrid: Planeta, 1985.
Archivo Emilio García.