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Surrealismo
2.2 Surrealismo
El movimiento surrealista resume una de las tendencias vanguardistas más
originales del siglo XX. Fue el intelectual francés André
Breton quien publicó el primer Manifiesto surrealista (1924),
a partir del cual se definieron algunos de sus compromisos más
destacables. Al evolucionar a partir de ciertas nociones del dadaísmo,
el surrealismo admitió entre sus principios fundacionales el automatismo
en la creación. A tal fin, el inconsciente se convertía
en animador de toda propuesta, independientemente de su corrección
moral o de su respeto a las normas impuestas por la tradición estética.
Obviamente, Breton manejó en todo momento la teoría psicoanalítica
de Sigmund Freud, particularmente en lo referido a la construcción
psíquica del deseo y la sexualidad. De ahí que, para desarrollar
este fundamento en el discurso creativo, los surrealistas debieran guiarse
por las pasiones libidinales, yuxtaponiendo toda una diversidad de elementos
en su imaginería. Como el lenguaje de lo inesperado es, justamente,
aquello que modula el humorismo, no es extraño que ese primer empuje
de los surrealistas contuviese todos los ingredientes del humor negro.
Si bien el movimiento atrajo a los jóvenes más vanguardistas
de Europa, lo cierto es que tardaron en trabarse todas sus expresiones.
De hecho, aunque de inmediato se dio una literatura surrealista y muy
pronto hubo pintores y escultores que alcanzaron esa misma dimensión
subversiva, tardó tiempo en manifestarse una cinematografía
surrealista. Quienes vinieron a colmar ese vacío fueron dos jóvenes
artistas, Luis Buñuel y Salvador Dalí.
Ambos eran buenos amigos, pues habían compartido sus inquietudes
artísticas en la madrileña Residencia de Estudiantes, núcleo
del regeneracionismo cultural en la España de los años veinte.
En un primer momento, Buñuel y Dalí hicieron pública
su cinefilia en una revista, La Gaceta Literaria (1927-1931), donde
asimismo colaboraron Guillermo de Torre, Benjamín Jarnés,
Rafael Alberti y otros jóvenes intelectuales. Aficionados a combinar
la tradición barrroca española y los nuevos modelos de la
vanguardia, los dos compañeros acabaron viajando a París
con el propósito de vivir su nueva peripecia artística.
Sus modelos eran escasos. Las primeras referencias a lo que podría
considerarse surrealismo cinematográfico estaban vinculadas al
experimentalismo formal. Filmes en esta línea fueron Rhythmus
21 (1921), de Hans Richter, Entreacto (1924), de René Clair y Francis
Picabia, y La coquille et le clergyman (1928), de Germaine Dulac.
Dando un paso más lejos, Buñuel y Dalí escribieron
el guión de Un perro andaluz (1929), película que se presenta
como paradigma de la corriente establecida por Bretón.
Ideando una atmósfera onírica y perversa, el filme rodado
por los dos amigos carecía de criterios prefijados en su estructura.
En un sentido amplio, Un perro andaluz combina el humor con la
provocación moral, y relaciona estrechamente la sexualidad humana
y la decadencia biológica que conduce a la muerte. Del método
psicoanalístico, Buñuel y Dalí tomaron la regla de
la asociación libre, que en este caso produce en el espectador
un desasosegante desconcierto.
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