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Historia del cine > 1.4 El cine europeo
de los 20
1.4. El cine europeo de los 20
Los movimientos artísticos que se proyectan en la Europa
de los años veinte influyen de manera determinante en el cine.
Desde diversas perspectivas y en casi todos los países, directores
jóvenes y con grandes ideas teóricas y creativas, ofrecen
un buen conjunto de películas que dejarán profunda huellas
en las generaciones posteriores.
Los directores franceses asumen, además de sus películas,
un compromiso teórico fundamental impulsando cine-clubs (Louis
Delluc funda el primero en 1920), publicando algunos libros (Jean Epstein
firma en 1921 "Buenos días, cine", en el que habla de
las posibilidades creativas de la cámara y otros recursos expresivos)
y desarrollando nuevas fórmulas narrativas que se anticipan en
el tiempo al cine espectáculo (Abel Gance rueda Napoleón,
1927; película que ofrece diversas innovaciones técnicas,
entre otras la pantalla múltiple, anticipo del sistema Cinerama).
Son años dominados también por el futurismo (Fernand Léger
o Many Ray) y el surrealismo de Germaine Dulac, Luis Buñuel y Salvador
Dalí.
Los alemanes disponen de recursos importantes (propiciados por la productora
UFA) y abordan películas de diversa consideración a partir
de proyectos dirigidos por Ernst Lubitsch, Friedrich W. Murnau ( Nosferatu
el vampiro, 1922; Fausto, 1926), Fritz Lang (Las tres luces,
1921; Metrópolis, 1926) y George W. Pabst (La calle
sin alegría, 1925), a caballo del cine comercial, de gran espectáculo,
y el más intimista, sustentado por el expresionismo y la puesta
en escena impulsada por el Kammerspielfilm, y las aportaciones realistas
y melodramáticas de la Nueva Objetividad.
El cine surgido de la revolución rusa (1917) dio paso a numerosas
e importantes aportaciones teóricas que se concretaron en los trabajos
de Dziga Vertov sobre todo el "cine ojo": objetividad
de la cámara-, de Lev Kulechov en su laboratorio experimental
desarrolló la teoría del montaje- y el grupo de la Fábrica
del Actor Excéntrico (FEKS), dirigido por Gregori Kozintev, Leoni
Trauberg y Sergei Yukevitch, totalmente opuestos a la objetividad de Vertov.
No obstante, además de estos nombres, y desde los valores culturales
que impulsaron su trayectoria artística, cabe mencionar al gran
maestro soviético: Sergei M. Eisenstein, director que supo aprovechar
y enriquecerse con las aportaciones de directores de todo el mundo para
construir un cine de gran efectividad plástica e ideológica
(La huelga, 1924 ;
El acorazado Potemkin, 1925; Octubre, 1927). A su sombra
se movieron con desigual fortuna Vsevolod Pudovkin y Aleksandr Dovjenko.
En otras cinematografías, las aportaciones individuales alcanzaron
desigual fortuna. El cine italiano después el éxito conseguido
con las grandes producciones históricas de la década anterior
un modelo denominado peplum entre los referentes cinematográficos-
sólo logra un cierta representatividad gracias a la presencia en
sus producciones de ciertas actrices como Francesca Bertini o Lyda Borelli.
El drama nórdico se sostiene en las películas de los suecos
Victor Sjöström (La carreta fantasma, 1920) y Mauritz
Stiller (La expiación de Gösta Berling, 1923), directores
que marcharán a trabajar a Hollywood durante esta década,
y en la del danés Carl Theodor Dreyer, que firmará una de
las películas más importantes de estos años: La
pasión de Juana de Arco (1928). El cine español busca
encontrar una cierta estabilidad industrial y aprovecha ciertos temas
populares para consolidar su producción; La verbena de la Paloma
(1920), de José Buchs, La casa de la Troya (1924), de
A. Pérez Lugín y Manuel Noriega, y las películas
de Benito Perojo y Florián Rey, entre otros.
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La pasión de Juana de Arco
Metrópolis
Fuente fotografías:
© García Fernández, Emilio C. Historia ilustrada del
cine español. Madrid: Planeta, 1985.
Archivo Emilio García.
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