Nadie conoce con exactitud la localización de la isla de Mur. Es un trozo de tierra que se divisa desde las costas griegas y emerge del mar cada cierto tiempo. Muchos navegantes afirman haber estado allí y describen con cautela ese paraíso: grandes matorrales de arándanos dibujan el horizonte, cubriendo distintas estatuas de granito.

Lo más insólito de la isla no es ella en sí, sino la criatura que la habita: el lynx. Habrás descubierto ya las características de esta especie y su potencial atractivo para los furtivos. Pero nadie te habrá contado por qué pocos regresan de ese lugar. La leyenda que envuelve a este ser cuenta que el primer lynx de Mur nació de las lágrimas de la diosa Atenea, cuando descubrió que la ambición de los hombres acabaría con la Tierra. Como protección frente a ellos, la diosa dotó de un poder extraordinario a este animal: el contacto con su cola anillada convierte a quien le toca en piedra.