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informal?
10.1 ¿Educación formal
VS. educación informal?
Hoy, ya nadie
tiene dudas acerca de la veracidad de la afirmación “la televisión se
ha convertido en uno de los principales agentes
de socialización”. Es decir, que los programas de la pequeña pantalla
son un condimento básico en el ‘alimento’ de los primeros años de vida
de los individuos, sobre todo a la hora de incorporar el conjunto de reglas
y comportamientos de una determinada sociedad.
Junto a la familia y a la educación formal o reglada (educación Primaria
y Secundaria), la televisión es
una de las principales fuentes
de conocimiento y de autoridad en las sociedades occidentales. A través
de sus contenidos, el medio televisivo difunde modelos de vida, normas
de comportamiento, valores sociales... a los televidentes de todas las
edades y de todas partes del mundo.
Pese a la contrastada importancia de la televisión en la vida de todos
los días, numerosas voces (comunicólogos, pediatras, padres, etc.) denuncian
a menudo que los contenidos y los valores de la “tele” no se orientan
en función del desarrollo adecuado de los más jóvenes. Son numerosas las
investigaciones que demuestran que los programas emitidos poseen un
carácter claramente conservador y que resaltan valores como la competitividad, el individualismo, el echar mano a la violencia para resolver los conflictos, la estimulación al consumo... (Alonso y otros, 1995).
Además, debemos considerar que los niños y jóvenes no sólo consumen los
programas que están pensados especialmente para ellos sino que también
son asiduos televidentes de programas dirigidos a públicos adultos, muchos
de éstos fuera del horario de protección
al menor, que según la normativa vigente en la UE comienza a partir
de las diez de la noche.
A partir de estas constataciones se ha planteado el conflicto: ¿la televisión
y sus efectos interfieren en los
objetivos educativos declarados como deseables
por la sociedad en general, y por las instituciones de enseñanza en particular?
Es verdad que, salvo excepciones, el conjunto del medio televisivo, puntal
de la denominada educación informal, establece
una relación con la educación
formal (reglada e impartida en colegios e institutos por maestros
y profesores) más propicia a la competencia que a una
amigable complementariedad. En muchas ocasiones, los mensajes que emanan de estas dos instancias de formación son contradictorios.
Pese a esta conflictiva relación entre el sistema de educación formal
y la televisión, es importante subrayar que la
televisión por sí misma no enseña nada, y son muchos quienes consideran
que es un simple electrodoméstico. Pero por otro lado, numerosas investigaciones
desarrolladas a partir de los años 60, indican que el contexto social, familiar
y económico en los que se encuentran inmersos los pequeños televidentes
es decisivo a la hora de valorar los efectos
de la exposición frente al televisor. En este sentido la televisión
actúa más reforzando tendencias
y supliendo carencias que como una fuente de cambios de actitudes
y comportamientos.
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