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4.13 Animación

Más que una tendencia temática asimilable a determinado tipo de argumentos, el cine de dibujos animados define una técnica que sustituye la filmación de actores y escenarios por el uso de ilustraciones, muñecos articulados o planos infográficos o computerizados, animados, toma a toma, hasta lograr la sensación de movimiento. De ese modo, el elemento estático es combinado con otros, ordenados en una sucesión coherente, de manera que, en virtud de una manifestación de la óptica —la llamada persistencia de la visión o persistencia retiniana-, nuestro cerebro asume ese proceso cual si de un movimiento auténtico se tratase. En cierto modo, ese mismo fenómeno es el que explica que podamos disfrutar de cualquier filme, pues éste no es otra cosa que una sucesión de fotogramas en el celuloide.

Artilugios precursores del cinematógrafo, como el zoótropo, son citados como antecedentes del cine de animación, pues en no pocos casos empleaban dibujos que, por ese efecto óptico que señalábamos, se animaban ante la mirada del espectador. Ya usando el cinematógrafo, Georges Méliès descubrió el trucaje logrado al rodar ciertas escenas fotograma a fotograma. Si un objeto o dibujo era cambiado de posición, filmándolo a intervalos regulares, se lograba ese efecto de animación. Siguiendo este principio, James Stuart Blackton rodó en 1900 The enchanted drawing, una de las primeras producciones de este orden. Asimismo, el dibujante norteamericano Winsor McCay elaboró el filme Little Nemo (1911), inspirado en su historieta Little Nemo in Slumberland. Otro personaje del cómic, Krazy Kat, creado en 1910 por George Herriman, llegaba al cine por las mismas fechas.

Pero la verdadera revolución en esta técnica se debe a Walt Disney y Ub Iwerks, creadores del ratoncito Mickey Mouse, que fue el protagonista de Steamboat Willie (1928), el primer lanzamiento sonoro de la Walt Disney Productions. Con Blancanieves y los siete enanitos (Snow White and the Seven Dwarfs, 1937), la compañía de Disney estrenaba el primer largometraje de dibujos animados, y de ese modo inauguraba una pujante industria, impulsada por una creciente mercadotecnia de productos derivados. Siguiendo el mismo criterio, los hermanos Dave y Max Fleischer rodaron numerosos cortometrajes protagonizados por figuras como Betty Boop y Pepeye, así como un largometraje de animación realista, Los viajes de Gulliver (1939). Por las mismas fechas, Walter Lantz creó su propia compañía, lanzando al mercado de la animación los cortometrajes del Pájaro Loco (Woody Woodpecker). En un terreno más caricaturesco, la compañía Warner Bros. dispuso de artistas como Tex Avery, Chuck Jones, Fritz Freleng, Frank Tashlin y Bob Clampett. De todos ellos, destaca el trabajo de Chuck Jones, diseñador de personajes como el conejo Bugs Bunny, el Coyote, el Correcaminos y el Pato Lucas.

En el dibujo animado europeo sobresalen figuras como el animador ruso Iván Ivanov-Ivano, y los dibujantes belgas de los estudios Belvisión, responsables de los filmes dedicados a personajes como Tintín y Astérix. También goza de fama la Escuela de Zagreb, representada por artistas como el yugoslavo Dusan Vukotiç. Al checo Jirí Trnka se deben bellísimas producciones realizadas con muñecos articulados, como El ruiseñor del emperador (Císaruv Slavik, 1948) y Viejas leyendas checas (Stare Povestí Ceské, 1953). En buena medida, su técnica ha sido actualizada por el norteamericano Henry Selick, director de películas como Pesadilla antes de Navidad (The Nightmare Before Christmas, 1993) y James y el melocotón gigante (James and the Giant Peach, 1996). La alemana Lotte Reiniger buscó su inspiración en el teatro de sombras chinescas para desarrollar largometrajes como Las aventuras del príncipe Ahmed (Die Abenteuer des Prinzen Ahmed, 1926).

Otro de los polos de la animación internacional es Japón, donde se practica el llamado anime, o cine de dibujos animados japonés, desarrollado gracias al trabajo de dibujantes como Osamu Tezuka, especializados en adaptar sus creaciones tanto al cine como a la pequeña pantalla. Películas niponas como Akira (1988), de Katsuhiro Otomo; Monster City (1988), de Yoshiaki Kawagiri y Yuji Ikeda; y Nausicaa del Valle del viento (1984), de Hayao Miyazaki, han otorgado un merecido prestigio a esta cinematografía.

En la actualidad, destacan en este panorama las figuras de Jeffrey Katzenberg, antiguo director de animación de Walt Disney Pictures y actual jefe de la unidad de animación de los estudios DreamWorks, y Michael Eisner, actual presidente de Disney. Recientes películas de dicha productora, como La sirenita (The Little Mermaid, 1989) y La bella y la bestia (Beauty and the Beast, 1991), han conseguido impulsar un mercado de creciente influencia económica y cultural. Uno de los técnicos de dicha compañía, John Lasseter, ha desarrollado con elevado talento la animación digital, ejemplificada en títulos como Bichos, una aventura en miniatura (A Bug’s Life, 1999) y Monstruos S.A. (2001), que además han logrado un gran rendimiento mercantil en campos como la juguetería, las franquicias alimentarias y el vídeo-juego, cada vez más vinculados al negocio del dibujo animado.

 



Little Nemo in Slumberland (página cómic Winsor McCay)

Blancanieves y los siete enanitos (1937), de Walt Disney Productions.


Fuente fotografías:
Coma, Javier y Gubern, Román: Los comics en Hollywood. Barcelona. Plaza Janés. 1988.