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11.10 Quiero que se vea 11.10 Quiero que se vea Ha llegado el momento de la verdad. Todo el tiempo, dinero y esfuerzo invertido van ahora a enfrentarse a la difícil prueba del juicio y la valoración de nuestros semejantes. Comprobaremos que es muy difícil ser imparciales tras haber pasado tanto tiempo involucrados en un proyecto; de ahí que sea tan habitual que los creadores aguanten mal las críticas. Lo ideal es que ni nos juzguemos negativamente ni nos sobrevaloremos antes de mostrar el corto en público. No intentemos excusarnos y aceptemos el fruto del proceso tal y como haya resultado. En el cine profesional sucede lo mismo, seguro que todos los directores de las malas películas tendrían miles de razones para justificarlas. Por supuesto que nuestro primer tribunal serán amigos y familiares en el salón de nuestros hogares. Un público benévolo que no debe cegarnos. La prueba de fuego tendrá que ser ante un público menos motivado o neutral. La segunda exhibición podemos realizarla en nuestro centro de enseñanza. Todos disponen de salón de actos para tales eventos bien disponiendo de proyectores o monitores. Por primera vez estaremos mostrándonos ante una amplia mayoría aceptablemente desconocida que puede recompensarnos con sus aplausos. Aun en este caso, no olvidemos que el juicio de nuestros compañeros puede estar mediatizado por las reglas genéricas del compañerismo. La tercera vía son los centros y espacios que programen actividades culturales. Aquí nos enfrentaremos a nuestro primer proceso de selección. Los responsables de la programación decidirán si consideran nuestro film apto para ser proyectado en sus locales. Aunque mayormente se trata sólo de exhibiciones culturales, algunos centros organizan pequeños concursos que pueden suponernos nuestros primeros premios, que raramente son de tipo económico. La cuarta vía es internet. Cada día proliferan más las páginas web dedicadas a los cortometrajes y algunas también se plantean como concursos. Dado lo novedoso de este modelo, el problema de ser seleccionados se deberá más a cuestiones técnicas que creativas. El problema radica en el tiempo que ocupe nuestro trabajo por problemas de descarga, por lo que normalmente se comprime en baja calidad y prefiriéndose los trabajos de menor duración. La quinta vía son los festivales de cortometrajes. Los hay en gran número y cada uno con sus propias bases, tanto de cine como de vídeo o abarcando ambos campos. Algunos premian las obras de ficción, otros la experimentación visual y, los menos, el género documental. Unos están más concebidos para galardonar a trabajos de aficionados y otros más dirigidos a sectores con una cierta cualificación técnica. Todos suelen exigir una copia en vídeo para ser evaluadas por un jurado de selección que decidirá si nuestra película participará en el certamen competitivo. En la gran mayoría de las ocasiones la simple selección ya es un premio, pues muchos lo han intentado y pocos lo han conseguido. Si entramos a participar en el concurso, otro jurado determinará si nos considera merecedores de algún galardón. Los premios varían desde trofeos, a veces estéticamente agraciados y otros horrorosos, hasta cuantiosas cifras económicas, que en su gran mayoría son para pagar los gastos de la próxima producción. No hay uniformidad de criterios entre los jurados de los concursos; todos los años ocurre casos de cortometrajes que no pasan la selección en un festival y en el siguiente ganan el primer premio La sexta vía, y cuya viabilidad ha variado según los tiempos, es la compra del corto por parte de las televisiones. Ni todas las televisiones compran cortos, ni todos los cortos se compran. De hecho, salvo excepción por su interés temático, sólo se compran los realizados en cine y en sistemas profesionales de vídeo (Betacam; DVPro). Las cifras que se pagan son irrisorias frente al coste medio de un corto realizado en formatos profesionales. La última vía y la más extinta es la proyección en cines. Por supuesto, sólo accesible a cortos realizados en soporte químico y los kinescopados de vídeo a cine. Puede verse remunerado por una cantidad establecida o por un pírrico porcentaje de taquilla que muchas veces no dará ni para pagar la copia en cine. Es un fenómeno que sólo se produce en las principales capitales del país y en cines muy concretos del circuito de exhibición en versión original. Tenemos, al menos, la pequeña compensación de que estas dos últimas vías nos permiten gozar de los derechos de autor al ser exhibidos nuestros cortos públicamente en medios comerciales. Sin embargo la verdadera satisfacción procede de haber satisfecho el principal deseo por el que nos hemos entregado a esta aventura: llegar al público a través de nuestra obra audiovisual, entretenerle, divertirle, asustarle, inquietarle, en definitiva, emocionarle. |
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