Saltar la navegación

1.2 Desarrollar

Comprender

Creación literaria y creación científica

La capacidad creadora de la ficción y la posibilidad de crear mundos es un motivo central de la literatura; esta capacidad creadora del arte tiene su línea complementaria en la capacidad de la ciencia para crear dispositivos y modificar, a través de la técnica, la realidad. Ambas facetas de la creación humana tejen un hilo denso que atraviesa buena parte de la literatura occidental. En este panorama, las obras que exploran la creación artificial de la vida o de la inteligencia confrontan al lector con preguntas que ponen en cuestión los límites y las posibilidades de la naturaleza humana: ¿Hasta dónde puede llegar el poder humano? ¿Qué consecuencias éticas tiene desafiar los límites naturales?

El arte en general y la literatura en particular han servido como laboratorios imaginarios donde ensayar los dilemas de la ciencia antes de que estos se hicieran realidad. Autores de todas las épocas han empleado relatos mitológicos, novelas o dramas para reflexionar sobre los riesgos de jugar a ser dioses.

La literatura de ciencia ficción, en particular, ha explorado la creación científica como un tema central y recurrente desde sus inicios. En la novela Contacto del astrofísico Carl Sagan, se imaginan las implicaciones del primer contacto con una civilización extraterrestre a través del trabajo de una radioastrónoma. En la novela Solaris, de Stanisław Lem, los científicos aparecen estudiando un océano sensible en otro planeta, difuminando las fronteras de la realidad y explorando los misterios de la conciencia. Estas obras muestran la fascinación duradera de la literatura por el potencial y los peligros de la investigación científica.

Examinaremos tres obras clave que abordaron este tema y que condensan miedos, esperanzas y reflexiones sobre nuestra civilización:

Tríptico de Prometeo, Frankenstein y Golem
Generado por IA (CC BY-SA)
  • Prometeo encadenado, de Esquilo (siglo V a.C.), donde el titán roba el fuego de los dioses para entregárselo a los humanos.
  • Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley (1818), considerada la primera novela de ciencia ficción.
  • El Golem, de Gustav Meyrink (1915), inspirada en las leyendas judías medievales sobre una criatura de barro animada.

Estas obras comparten una estructura narrativa similar: un creador (científico, sabio o rebelde) da vida a una criatura mediante conocimientos secretos o tecnología avanzada, pero pierde el control sobre su creación, desencadenando tragedias. Sin embargo, también existen diferencias significativas. Mientras que el Golem surge de la tradición mística y la Cábala, Frankenstein es producto de la ciencia empírica del siglo XIX. Prometeo, por su parte, pertenece al ámbito de la mitología.

El mito de Prometeo

El mito de Prometeo constituye uno de los arquetipos fundacionales de la cultura occidental sobre los límites del conocimiento humano y las consecuencias de transgredirlos. Este relato, que ha perdurado durante milenios, nos ofrece una potente metáfora sobre la ambición intelectual y sus riesgos.

El mito de Prometeo constituye uno de los arquetipos fundacionales de la cultura occidental sobre los límites del conocimiento humano y las consecuencias de transgredirlos. Este relato, que ha perdurado durante milenios, nos ofrece una potente metáfora sobre la ambición intelectual y sus riesgos.

Las primeras versiones escritas del mito llegan de la Grecia antigua, principalmente a través de dos autores clásicos. El primero de ellos, Hesíodo, recoge en su Teogonía (siglo VIII a.C.) a Prometeo como un titán que engaña a Zeus en la repartición de sacrificios y posteriormente roba el fuego del Olimpo para dárselo a los humanos. Como castigo, Zeus ordena a Hefesto que cree a Pandora, cuya famosa caja liberaría todos los males sobre la humanidad. Más tarde, el mito revivirá en las tragedias griegas. La obra más conocida es la de Esquilo, que en su tragedia Prometeo encadenado (siglo V a.C.) desarrolla una versión más compleja. Aquí Prometeo aparece como benefactor de la humanidad, no solo por el fuego, sino por enseñar a los humanos las artes y las ciencias. Encadenado a una roca por orden de Zeus, sufre el castigo eterno de que un águila le devore el hígado cada día.

El fuego en este mito adquiere múltiples significados:

  • Representa el conocimiento técnico y científico que permite el progreso humano.
  • Simboliza la chispa de la civilización y de la cultura.
  • Encarna la rebeldía contra el orden establecido.
  • Al mismo tiempo, prefigura los peligros de ese mismo conocimiento.

El fuego, por tanto, como símbolo central del mito de Prometeo, condensa la ambivalencia inherente al progreso científico y tecnológico. Es una fuerza poderosa y transformadora que puede conducir a la iluminación, al avance y a la mejora de la condición humana, pero también conlleva el riesgo de la destrucción y del sufrimiento si no se maneja con cuidado y responsabilidad. El mito nos invita a reflexionar sobre la naturaleza dual del conocimiento y el poder, y sobre la importancia de la ética en su aplicación.

Prometeo siendo encadenado por Vulcano
Cuadro de Dick van Baburen (1606). Prometeo siendo encadenado por Vulcano (Dominio público)

La figura de Prometeo establece el modelo del creador rebelde que reaparecerá en numerosas obras posteriores. Sus rasgos esenciales incluyen:

  1. Ambición desmedida: el deseo de traspasar los límites establecidos por los dioses o por la naturaleza.
  2. Rebeldía contra la autoridad: ya sea divina (Zeus), religiosa (Dios en el Golem) o natural (las leyes de la vida en Frankenstein).
  3. Motivación ambivalente: mezcla de altruismo (ayudar a la humanidad) y orgullo personal.
  4. Castigo inevitable: el sufrimiento como consecuencia de su transgresión.

El arquetipo prometeico inspiró numerosas reinterpretaciones a lo largo de la historia. En el Romanticismo (siglo XIX), Prometeo se convirtió en símbolo del genio creador y del individuo que se enfrenta al poder establecido. Los románticos, con su énfasis en la emoción, la individualidad, la imaginación y la rebelión contra las normas establecidas, encontraron en Prometeo un arquetipo lleno de posibilidades. Lo vieron como un símbolo de la razón y el intelecto humanos triunfando sobre la opresión y la tiranía, ya sea religiosa o política. Así, Lord Byron en su poema “Prometeo” y Percy Bysshe Shelley en su obra “Prometeo desencadenado” rindieron homenaje al titán, exaltando su valentía, su sufrimiento y su papel como benefactor de la humanidad. La imagen de Prometeo encadenado, pero desafiante, se convirtió en un emblema de la resistencia contra la injusticia.

En la literatura de ciencia ficción, el motivo del “científico loco” hereda muchos rasgos del mito. En la psicología, el “complejo de Prometeo” describe la tendencia a asumir responsabilidades excesivas. Igualmente, en la filosofía, el mito sirvió para reflexionar sobre los límites éticos del progreso técnico.

Frankenstein o el moderno Prometeo: ciencia y responsabilidad

En el año 1818, una joven escritora británica llamada Mary Shelley publicó una novela que cambiaría la historia de la literatura y del pensamiento moderno: Frankenstein o el moderno Prometeo. No solo fue una de las primeras novelas de ciencia ficción, sino también una profunda reflexión sobre el poder de la ciencia, la responsabilidad del creador y las consecuencias del deseo humano de dominar la naturaleza. Por eso, el personaje de Víctor Frankenstein fue considerado un “Prometeo moderno”, una figura que se atreve a cruzar los límites establecidos por la naturaleza, con consecuencias trágicas.

Para comprender el sentido profundo de Frankenstein, es importante situarnos en su época. A principios del siglo XIX, Europa vivía grandes transformaciones:

  • La Revolución Industrial había iniciado un cambio radical en la producción, en la vida urbana y en el uso de máquinas.
  • La ciencia y la tecnología avanzaban rápidamente: se realizaban experimentos con electricidad, se descubrían nuevos elementos y se soñaba con comprender y controlar la vida misma.
  • Al mismo tiempo, surgía un movimiento artístico y filosófico llamado Romanticismo, que valoraba los sentimientos, la naturaleza, la imaginación y la crítica al progreso sin alma.

Mary Shelley creció rodeada de ideas revolucionarias: su madre, Mary Wollstonecraft, fue una de las primeras defensoras de los derechos de las mujeres; su padre, William Godwin, era un pensador radical; y su esposo, el poeta Percy Shelley, compartía sus inquietudes filosóficas. En este ambiente, la joven Mary escribió una obra que unía elementos de terror, filosofía, ciencia y crítica social.

La novela cuenta cómo el joven Víctor Frankenstein, estudiante de ciencias naturales, se obsesiona con el misterio de la vida y de la muerte. Después de años de estudio, consigue dar vida a un cuerpo compuesto por partes de cadáveres. Pero, en lugar de sentirse orgulloso, se horroriza por el aspecto de su criatura y la abandona.

La criatura —que en la novela nunca recibe un nombre propio— vaga sola, aprende a hablar, lee libros y desarrolla sentimientos. Sin embargo, al ser rechazada por todos por su aspecto, se convierte en un ser lleno de dolor y rabia. Pide a su creador una compañera, alguien que lo comprenda, pero Frankenstein se niega. Esto desata una tragedia: la criatura se venga destruyendo todo lo que su creador ama, y ambos terminan atrapados en un destino de destrucción y remordimiento.

La novela ofrece una mirada compleja sobre el acto de crear. A diferencia del Golem, que actúa según órdenes, o de Prometeo, que desafía a los dioses por amor a la humanidad, Víctor Frankenstein representa la ambición científica sin límites éticos. Quiere “jugar a ser Dios”, pero no asume la responsabilidad de lo que creó.

Víctor Frankenstein quedando repugnado por su creación. Ilustración de la portada de la edición de 1831.
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4940182. Theodor von Holst - Tate Britain. (Dominio público)

La criatura, por otro lado, no es un monstruo en el sentido moral. Es más bien una víctima de la soledad, el rechazo y la falta de afecto. Busca amor, comprensión y un lugar en el mundo. A través de sus ojos, el lector se pregunta: ¿Quién es el verdadero monstruo: el ser creado o su creador?

Los temas principales que se plantean en la novela son:

  • El poder de la ciencia: ¿Debe el ser humano usar la ciencia para cualquier fin, o debe poner límites?
  • La responsabilidad del creador: ¿Qué deberes tiene alguien que crea algo que puede tener consecuencias?
  • La soledad y el rechazo: ¿Qué ocurre cuando una persona es rechazada por la sociedad?
  • La ética frente al progreso: ¿Es posible un avance técnico que no dañe a otros?

Desde su publicación, Frankenstein ha tenido un enorme impacto cultural. Ha sido adaptado al cine, al teatro, a la televisión y a otros formatos. La imagen clásica del “monstruo” con tornillos en el cuello (creada por el cineasta James Whale en 1931 con el actor Boris Karloff) marcó el imaginario popular, aunque se aleja bastante del personaje original, que en la novela es sensible, inteligente y elocuente.

En resumen, Frankenstein o el moderno Prometeo no solo es una novela de terror o ciencia ficción. Es una obra filosófica, poética y profundamente humana, que interpela a cada lector sobre lo que significa crear, lo que significa ser responsable y lo que ocurre cuando no cuidamos lo que traemos al mundo. Su vigencia en pleno siglo XXI demuestra la fuerza que puede tener la literatura para ayudarnos a pensar sobre los dilemas más complejos de nuestro tiempo.

El Golem: creación y cábala

En 1915, la novela Der Golem de Gustav Meyrink rescata un antiguo mito judío que será ampliamente utilizado para plantear dilemas sobre la creación, la técnica o el control.

El mito del golem ahonda su historia en el corazón del folclore y la mística judía. Este ser creado artificialmente a partir de barro o arcilla, animado mediante fórmulas cabalísticas o palabras sagradas, encarna una de las formas más antiguas de reflexión sobre el poder de la creación humana. A diferencia de Prometeo o Frankenstein, que actúan desde el conocimiento o la ambición científica, el Golem nace del deseo de proteger, pero termina generando dudas sobre los límites del poder humano. La historia más conocida del Golem proviene de las leyendas de la comunidad judía de Praga durante el siglo XVI, una época de tensiones religiosas y persecuciones. Según la tradición, el rabino Judah Löw ben Bezalel, también conocido como el Maharal de Praga, creó un Golem para proteger el gueto judío de ataques antisemitas y acusaciones falsas.

Representación en cera de un Golem
Jerzy Strzelecki (CC BY-SA)

El rabino moldeó una figura humana con barro del río Moldava, realizando luego rituales místicos y utilizando palabras sagradas en hebreo para darle vida. Una de esas palabras clave era “Emet” (אמת), que significa “verdad”. Escribiéndola sobre la frente del Golem o colocándola en un pergamino dentro de su boca, el rabino logró activar su existencia. Para desactivarlo, bastaba con borrar la primera letra (aleph), convirtiendo “Emet” en “Met” (מת), que significa “muerte”.

Este relato mezcla elementos religiosos, mágicos y éticos, y ha sido transmitido durante siglos a través de cuentos, leyendas orales y más tarde textos literarios, obras de teatro y películas.

El Golem no es una criatura malvada en sí misma. En muchas versiones de la leyenda, cumple obedientemente las órdenes del rabino y actúa como defensor del pueblo. Sin embargo, también aparecen versiones en las que pierde el control o malinterpreta las órdenes, causando daño a inocentes o sembrando el caos. Esto lo convierte en una alegoría de los peligros de una creación sin sabiduría suficiente o sin límites claros. Es decir, aunque la intención del creador (el rabino) sea buena, la criatura puede convertirse en una amenaza si se le da un poder que no se sabe controlar. Esta ambivalencia ha sido explorada por muchos autores modernos, que ven en el Golem una metáfora del poder tecnológico, militar o incluso informático que puede escaparse de nuestras manos.

Además, el Golem plantea un tema muy interesante sobre el lenguaje. Su existencia depende del uso de palabras mágicas, fórmulas sagradas o combinaciones de letras. Esto muestra una antigua creencia en el poder creador del lenguaje, algo que también está presente en muchas religiones y en la literatura universal: decir es, en cierto modo, crear. Para el judaísmo místico (la Cábala), las letras hebreas son más que símbolos: tienen fuerza espiritual. Por tanto, el Golem nos conecta con el valor profundo de las palabras y de los nombres.

En la actualidad, tecnologías como la inteligencia artificial, la edición genética o la robótica autónoma presentan desafíos muy similares. De hecho, el Golem es considerado por muchos como el antepasado simbólico de los robots, androides o sistemas inteligentes que hoy desarrollamos y utilizamos.

En este sentido, el mito del Golem invita a la reflexión crítica sobre los límites del conocimiento, el poder del lenguaje y la responsabilidad ética del ser humano cuando se convierte en creador. Aunque proviene de una tradición religiosa específica, sus enseñanzas son universales, y por eso ha sido adaptado en obras tan diversas como novelas de ciencia ficción, cómics, videojuegos y películas de animación.

Tras el éxito de la novela de Meyrink, la obra se llevó muy pronto al cine y la película Der Golem, wie er in die Welt kam (1920) constituye una de las primeras del cine expresionista alemán. En la cultura popular, aparece en cómics como Hellboy, videojuegos como The Witcher, Minecraft o Pokémon, e incluso su huella se puede intuir en sagas como Harry Potter, donde ciertos personajes recuerdan al Golem como protector silencioso.

El Golem, al igual que Prometeo, nos enseña que la creación no es un simple acto técnico, sino una decisión profunda que implica consecuencias morales, culturales y emocionales. Nos advierte de que el poder, incluso cuando se usa con buenas intenciones, puede volverse peligroso si no se acompaña de prudencia, diálogo y responsabilidad.

Figuras y contrafiguras del científico y sus creaciones

En los relatos de Prometeo, el Golem y Frankenstein, se pueden identificar similitudes fundamentales en la estructura narrativa, especialmente en la presencia de un creador, una criatura y algún tipo de castigo o consecuencia adversa. Estas similitudes sugieren la existencia de un esquema narrativo que explora las complejas relaciones entre el creador y su creación. El acto de dar forma a algo nuevo, ya sea conocimiento, vida o una herramienta, parece llevar consigo una carga de responsabilidad y la posibilidad de consecuencias imprevistas, a menudo negativas, tanto para el creador como para aquello que fue creado.

A pesar de las similitudes estructurales, los relatos de Prometeo, el Golem y Frankenstein difieren significativamente en sus motivaciones, contextos históricos y culturales, y en las consecuencias que se derivan de la creación.

Lectura facilitada

La creación científica en la literatura: versión adaptada.

A lo largo de la historia, el ser humano ha sentido curiosidad por entender el mundo que lo rodea. Una de las maneras de explicarlo fue a través de los mitos, que cuentan historias con personajes extraordinarios. Uno de estos mitos es el de Prometeo, un titán de la mitología griega.

Prometeo decide robar el fuego de los dioses y entregárselo a las personas. Gracias a este fuego, los humanos pueden calentar los hogares, cocinar los alimentos y desarrollar herramientas. El fuego simboliza el conocimiento y el poder de la ciencia. Por eso, Prometeo representa la figura del creador que desafía los límites impuestos por los dioses. Pero su desobediencia no queda sin castigo: los dioses deciden castigarlo para siempre.

Este mito sirvió como inspiración para muchas obras literarias. Por ejemplo, en la Edad Moderna y Contemporánea, autores y autoras comenzaron a reflexionar sobre los peligros de la ciencia cuando no se controla. El mito de Prometeo pasó a ser un símbolo del científico que crea algo que se le escapa de las manos.

Otro ejemplo importante es el del Golem, una leyenda de origen judío. El Golem es una figura hecha de barro, creada por un sabio para proteger a su comunidad. Sin embargo, esa creación, que al principio parece útil, se convierte en un peligro cuando actúa sin control. El mensaje es claro: crear sin pensar en las consecuencias puede traer problemas graves.

Estas dos figuras han influido mucho en la literatura, especialmente en la novela Frankenstein, escrita por Mary Shelley. En la historia, un científico llamado Victor Frankenstein crea una criatura artificial. Pero no consigue controlar lo que hizo, y su monstruo, aunque inteligente y sensible, es rechazado por la sociedad. La criatura sufre y comete actos terribles, pero también es víctima de la soledad y de la falta de afecto. Shelley presenta así una reflexión profunda sobre la responsabilidad moral del científico, el miedo a lo diferente y los límites del conocimiento humano.

Hoy en día, los avances tecnológicos y científicos siguen siendo muy rápidos. Por eso, la ciencia ficción recupera estos temas en novelas, películas y series. A través de la imaginación, estos relatos nos plantean preguntas importantes:

  • ¿Hasta dónde puede llegar la ciencia?
  • ¿Qué límites deberían establecerse?
  • ¿Qué consecuencias puede tener crear algo sin pensar en el bien común?

La literatura nos ayuda a reflexionar sobre estos temas éticos y a comprender mejor el mundo en el que vivimos.

Feito con eXeLearning (Nova xanela)