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Tono, intensidad y timbre.
Definición y valores expresivos
(continuación)
Por su parte, la intensidad de la voz depende básicamente de la
potencia con la que el aire que procede de los pulmones cuando hablamos
golpea los bordes de la glotis, de modo que, cuanto más amplias
son las vibraciones que se producen durante la fonación, tanto
mayor es la fuerza a la que se emite una voz. La intensidad equivale al
volumen, por lo que es normal asociarla con la impresión de alta/baja
o de fuerte/débil.
A diferencia de lo que sucede con el tono, este rasgo acústico
es más fácil de diferenciar perceptivamente (a nadie le
cabe la menor duda de que un grito es una voz emitida a una alta intensidad),
al tiempo que despierta sensaciones mucho menos abstractas. Así,
una voz fuerte suscita cólera, ira, agresividad, pero también
alegría y optimismo, mientras que una voz baja evoca, por ejemplo,
tristeza, pesimismo, debilidad... La unidad de medida de la intensidad
es el Bel, aunque en la práctica se usa el Decibelio o Decibel
(dB), que es una décima parte del Bel. Para que te hagas una idea,
ten en cuenta que en una conversación normal, la intensidad de
nuestra voz suele situarse en torno a los 50 dB.
Sobre la intensidad de la voz, resaltaremos su capacidad para expresar
también actitudes emocionales. De hecho, las variaciones de intensidad
son muy adecuadas para representar estados de ánimo y aspectos
relativos al carácter de un determinado personaje: la agresividad,
la cólera, el miedo, la tensión o el nerviosismo se ilustran
con un volumen más alto que la tristeza, el cansancio, la debilidad
o la depresión. Por otra parte, la intensidad ayuda a describir
tamaños y distancias y, en combinación con la agudeza o
gravedad del tono, refuerza la ilusión espacial de lejanía
(volumen más bajo) o proximidad (volumen más alto).
Ahora que conoces el significado de los conceptos de tono e intensidad,
te proponemos que leas el siguiente texto y que, en función de
lo que en él se describe, es decir, atendiendo al significado de
las palabras que se utilizan, procures descubrir en qué sentido
debería evolucionar el tono y la intensidad para que, en una supuesta
locución radiofónica, el oyente pudiera hacerse una idea
exacta de lo que se le está narrando:
"Era un objeto extraño, muy extraño. Se aproximaba
hacia la tierra a gran velocidad, cada vez más rápido. Parecía
que iba a caer encima de nosotros. Pero luego, de repente, empezó
a alejarse lentamente, muy lentamente, hasta que desapareció entre
las estrellas"
Si escuchas cómo lo hemos sonorizado nosotros, te darás
cuenta de que en un principio el tono es grave y la intensidad alta (proximidad
del objeto), para, al final, acabar la locución del texto con una
intensidad mucho más baja y, por supuesto, con un tono más
alto (lejanía).
En cuanto al timbre, diremos que es la principal seña de identidad
que presenta cualquier sonido. Es su cualidad más particular, su
especificidad, aquello que en realidad posibilita que al percibir un sonido
lo podamos diferenciar de otro porque lo hace distinto, aunque ambos presenten
el mismo tono y la misma intensidad. Es, en definitiva, aquella característica
que permite distinguir entre una trompeta y un saxofón, o entre
la voz de nuestro mejor amigo y la de nuestro peor enemigo.
En el caso del ser humano, el choque del aire con las cavidades bucal
y nasal, el velo del paladar, los labios, la lengua y los dientes, determina
la forma que acaba adaptando una voz, originándose así esa
especificidad a la que nos hemos referido: Yo sueno distinto porque
la constitución física de mis resonadores es diferente a
la de los demás. No obstante, la particularidad que el timbre
otorga a una voz no es obstáculo para que éste no se pueda
manipular parcialmente y, por tanto, el sonido de nuestra voz cambie.
De hecho, si esto no fuera así raramente podrían explicarse,
por ejemplo, las imitaciones con las que nos deleitan algunos humoristas.
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