Tres sombreros de copa, escrita en 1932, pero publicada en 1947, y representada, por primera vez, en 1952, es una comedia representativa del teatro humorístico, en la que ya se observan ciertos trazos que la ligan con el teatro del absurdo. Aparece un tema que será habitual en las obras de Mihura, que es la oposición entre los convencionalismos y la libertad, que también está presente en textos posteriores (si bien con una crítica más diluída) como ¡Sublime decisión! (1955), Mi adorado Juan (1956) o La bella Dorotea (1955), El caso de la señora estupenda, Una mujer cualquiera, A media luz los tres (1953), El caso del señor vestido de violeta (1954), La canasta (1955), Mi adorado Juan (1956), Carlota (1957), Melocotón en almíbar (1958), Maribel y la extraña familia (1959), El chalet de Madame Renard (1961), La bella Dorotea (1965), Ninette y un señor de Murcia (1964), La tetera (1965), etc.
El rechazo que, en su momento, causó su primera obra, hay que entenderlo dentro de un contexto teatral conservador, tanto en la forma como en el contenido, del que era un buen exponente Jacinto Benavente. El teatro del absurdo que, en cierto modo, Miguel Mihura anticipa, no llegaría hasta la década de los 50.
Además de dramaturgo, Mihura colaboró también con diversas revistas, como Buen Humor, Cosquillas, Gutiérrez, etc., llegando a ser director de algunas de ellas, como La Ametralladora o La Codorniz, sucesora de la primera, que alcanzó un gran éxito parodiando las convenciones sociales de la época, con un humor un tanto surrealista e ilógico, por lo que la conexión con su obra dramática resulta evidente. Esta revista concentró a una amplia nómina de colaboradores y colaboradoras vinculadas, en muchos casos, con la actividad teatral y cinematográfica, por lo que luego le dedicaremos un apartado.
Miguel Mihura desarrollará también su labor como guionista de cine, por ejemplo en Bienvenido, Míster Marshall (1953), con Bardem y Berlanga.