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Como es habitual en cualquier género y manifestación artística, estas tendencias literarias (teatro existencial, social, del absurdo...) no se dan aisladamente, y las obras suelen compartir características de unas y otras, incluso haciendo que, muchas veces, la clasificación resulte algo forzada.

Es preciso tener en cuenta, además, que a estas corrientes principales se añaden otras que fueron también cultivadas en la misma época y que, en algunos casos, también se mezclan con las anteriores, dando lugar al tejido que constituye el panorama teatral.

De este modo, debemos mencionar:

El teatro de la crueldad, que busca causar impacto en el espectador, impresionarlo, sorprenderlo... partiendo de los supuestos del francés Antonin Artaud, expresados en Manifeste du théatre de la cruauté (1932) y Le Théatre et son double (1938).

Para conseguir este impacto, el autor defiende que el teatro debe servirse de elementos más allá del propio texto: los sonidos, incluidos los ruidos, los gestos, la iluminación, la danza, escenas violentas… son fundamentales en esta concepción teatral.

Se ha mencionado a Fernando Arrabal como autor influenciado por el teatro de la crueldad, especialmente en su obra Fando y Lis (1955), aunque suele clasificarse dentro del teatro del absurdo.

Las obras del teatro poético, cultivado también en la posguerra, comparten características con el teatro humorístico, con dosis de ternura y nostalgia, así como de fantasía e ilusión. En la literatura castellana destacan López Rubio, Ruíz Iriarte y, sobre todo, Alejandro Casona, con su obra La dama del alba, publicada primeiro en el exilio y, posteriormente (en 1962), en España.

El teatro que toma como base la recreación de mitos clásicos ya se mencionó anteriormente; es de señalar que, muchas veces, esta temática era tomada como excusa para reflejar una realidad social y burlar a la censura, como es el caso de Antígona, de Salvador Espriu. En otras ocasiones, sirve de base para un teatro con tintes existenciales, como en O incerto señor don Hamlet, príncipe de Dinamarca, de Cunqueiro.

El teatro de vanguardia, más presente en el primer tercio del S. XX, nunca desapareció completamente del panorama teatral; de hecho, en la literatura gallega, se ha hecho referencia a las características vanguardistas de la dramaturgia de Pedrayo, Fole o Jenaro Marinhas. Pero además, hay que tener en cuenta que, especialmente hacia finales de la década de los 60, la vanguardia es retomada por los grupos de teatro experimental y por autores como Fernando Arrabal.