MODERNISMO - SIMBOLISMO
Maeterlinck (belga) y Ibsen (noruego) son dos de los dramaturgos con una influencia mayor en el teatro de principios del S. XX, momento en el que, a la par de posturas más conservadores y tradicionales, surgen otros movimientos con una ansia renovadora. Es el caso del modernismo, que persigue una superación del teatro costumbrista y localista, y lo hace desde dos posturas:
La vitalista, o regeneracionista, representada por Ibsen (teatro social, comprometido, profundo análisis psicológico).
La simbolista o esteticista, representada por Maeterlinck (alejado de los problemas sociales y preocupado por la creación de atmósferas fascinantes, en las que cobra gran importancia la escenografía, la iluminación, la música
).
Quizás sea Maeterlinck el más presente en los dramaturgos aquí tratados, de hecho, influye en la obra teatral de los autores del Grupo Nós, en la de los autores de la Generación del 27, como Lorca, y en la de autores catalanes modernistas como Apeles Mestres (uno de los precursores), Santiago Rusiñol, Joan Torradelle, Adriá Gual, Ignasi Iglésias, Joan Puig i Ferreter, etc.
Santiago Rusiñol es uno de los más importantes dramaturgos modernistas catalanes, considerado como el gran renovador teatral, con obras como Cigales i formigues (1901), L´heroi (1903), en las que critica a la sociedad del momento, o La mare (1907), L´auca del senyor Esteve (1910), etc.
También Ignasi Iglésias destaca en este movimiento, aunque en su caso, se trata de un teatro más social, comprometido ideológicamente, heredero del teatro de las ideas de Ibsen.
En el teatro castellano, destaca la obra modernista de Valle Inclán, a la que ya se aludió en el apartado correspondiente.