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4. La filosofía moral aristotélica |
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El eudemonismo aristotélico
Según
Aristóteles,
todo ser natural tiende a la actualización de lo que le es más propio, de lo que es
de modo esencial y, al mismo tiempo, le distingue del resto de los seres naturales.
El fin hacia el que tiende cada ser particular es, por relación a él mismo, un bien.
Así, pues, si hablamos del hombre, el bien consistirá en la actualización de aquello
en lo que, de modo más propio y esencial, consiste "ser hombre". Y puesto que lo que
más esencialmente distingue al hombre del resto de los animales es la "razón" (el noûs),
para el hombre, el bien más elevado, el "bien supremo", consistirá en la actualización
de su "racionalidad" (nóesis). Actúa del modo más "excelente" o "virtuoso" el que,
tanto en el decir como en el hacer o el actuar, se comporta racionalmente o se conduce
como un ser racional. Así pues, en lo que al hombre se refiere, la "excelencia" o la
"virtud" (areté) consiste en actuar "según la razón". En su famosa Ética a Nicómaco,
Aristóteles se expresa a este respecto en los siguientes términos:
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"Todas las cosas obtienen su forma perfecta cuando se
desarrollan en el sentido de su propia excelencia (areté). […] Busquemos, pues,
aquello que es propio sólo del hombre. Hay que dejar de lado, por tanto, la vida en
tanto que es nutrición y crecimiento [puesto que ésta es propia también de los vegetales].
Vendría después la vida en cuanto sensación; sin embargo, ésta la compartimos también
con el caballo, el buey o cualquier otro animal. Así que sólo queda, finalmente, la
vida en cuanto actividad de la parte racional del alma. […] El bien supremo alcanzable
por el hombre consiste en la actividad constante del alma conforme a su excelencia
característica, [su racionalidad]" (Ética a Nicómaco, I, 6 y 7).
Según Aristóteles, en este cumplimiento de lo que más
esencialmente le corresponde ser, alcanza el hombre la "felicidad" (eudaimonía), que
es el fin último que todos los hombres persiguen. El hombre es feliz cuando realiza
el "oficio de hombre", esto es, cuando se comporta de acuerdo con aquello que le define
como tal, cuando vive "según la razón".
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